Lo que me motivó para
abordar este asunto y algunos otros por iniciar: Como Proceso de Paz,
Venezuela, Narco Guerrilla, Paramilitares, Corrupción entre otros, fue su reflexión por años y entender
la importancia de “cogerlos” con instrumentos quirúrgicos de alta precisión, para
así evitar una mayor confusión.
Contenidos no leídos por
usted, atento y respetado lector, y vistos como temas tabú para el autor de
estas letras; y no teniendo, otra opción, como comprobar el afecto, la
indiferencia o el rechazo del autor hacia cada uno de ellos, entonces dejemos que
el tiempo siga decantando todas las respuestas; mientras tanto siga acompañándome.
Es la ingenua y apasionada
actitud de la comunidad LGBTI que se ha dejado arrastrar nuevamente a un mar de
irreconciliables posiciones desde lo ético, moral y ahora procesal.
Pese a que han ganado
grandes espacios de expresión y organización, o tal vez por ello; volvieron más
acidas y toxicas las polémicas discusiones de los siglos pasados; ya no a puerta
cerrada y casi que en secreto donde eran estigmatizados, rechazados y hasta
eliminados por el hecho de estar en la otro orilla en materia de gustos y
preferencias por el mismo sexo, además por el impacto de su actuar sobre una
sociedad que gira y girará alrededor de la familia, como núcleo de la sociedad;
donde, de alguna manera, nos hacemos inmortales compartiendo los genes con nuestros
hijos. Donde el hombre deja su familia, se une a una mujer y se convierten en
una sola carne (los hijos).
Lo que podemos concluir, hasta
ahora, es que dejaron llevar la inicial pretensión que se les reconociera unos
derechos adquiridos (salvo los casos de testamento o escrituración directa, para
nadie es un secreto que en el pasado muchos de ell@s le dedicaron todo una vida
de entrega, sumisión y sacrificio a su pareja, para al final no recibir nada a
cambio o en el peor de los casos solo el escarnio público dada su situación de
vulnerabilidad económica y social) y llevaron sus actúales reclamaciones a una
discusión contractual donde la esencia de sus exigencias, apuntan a convertir
esas uniones en un simple contrato de arrendamiento y/o compra-venta; del que al
final, esperan, la ley les permita exigir un tipo de indemnización, si alguno
incumple la promesa de amor eterno.
Expresémoslo de otra manera;
cuando termina un contrato de hecho (más de dos años), uno civil (salvo que
existan las capitulaciones) o uno religioso; el o la querellante exige ante la
ley una indemnización económica para poder dejar en paz al victimari@; acusad@
por faltas leves (incompatibilidad de carácter entre otras), graves (violencia verbal
o física entre otras) y gravísimas (fallecimiento).
Continua entonces un gran debate,
de nunca terminar, sobre las implicaciones posteriores como adopción de hijos y
todas aquellas situaciones que va en contravía de las normas o costumbres
sociales, temas de igual o mayor importancia para afrontar a futuro y siempre
pensando en una sociedad que evoluciona a pasos agigantados.
La solución más simple, y por
aquello de que “hasta que la riqueza o pobreza los separe” y más por novedad, seguro
se vendrá una avalancha de matrimonios, a lo mejor seguirán las mismas parejas
en unión libre (lo que más les convenga); sería dejarlos que se “casen” con
todos los requisitos que exige la ley en los casos de parejas heterosexuales; seguramente
en unos años o meses vendrán las primeras separaciones (por comodidad algunas) como
lo ordena la costumbre ya sea por faltas leves, graves o gravísimas.
Para finalizar, si en su
intimidad, lo inicia y lo hace gozar el roce de la piel y el perfume íntimo de
la mujer más amada, no se preocupe en lo público por nada; mucho menos intente separarse,
porque está comprobado que es perder media vida, buscando libertad, a cambio de
nada. Amanecerá y veremos.
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