Cuando se le preguntó, en Milán,
a una ciudadana italiana ¿Qué opinión le merecía, sobre lo que le está
sucediendo al país, con el COVID-19?
No dudó un instante en contestar…Que
era un castigo de Dios, por las maldades cometidas por la humanidad: olvidando
de paso, la Madonna, que esa cultura es muy dada a los abrazos, besos en la
mejilla o en la boca y en público.
Desde lo religioso, no tengo
la sagacidad intelectual, el poder económico y la empatía social para
declararme anticlerical; en lo que si me esfuerzo, siendo un tema que cofunde a
la mayoría, sino a todos, de mis asiduos observadores; es conservar mi posición
de libre pensador. Lo que me hace vivir tranquilo y sin sobresaltos.
El solo hecho que un adulto
mayor, juzgue la pandemia como una señal de castigo divino, nos indica que más
que un tema religioso, otra forma sutil de explotación de los más ingenuos por
parte de los más audaces; es en particular – existen cientos o miles de sectas
y religiones, la mayoría de garaje – un claro asunto cultural.
La República Popular de China
es, la mayoría, por siglos atea; y sus habitantes han venido estando sometidos
a un régimen – el comunista – donde la “obediencia civil”, es el primer requisito
para demostrar ser un buen revolucionario.
En este orden de ideas,
cuando se da una orden, la deben acatar con reverencia y obligatoriedad, como
si hubiera salido de la boca del supremo gobernante, dicho comportamiento está
en los genes del pueblo chino.
So pena de, por incumplimiento,
perder el honor y de paso soportar un castigo como cadena perpetua, exilio,
trabajos forzados, ahorcamiento, fusilamiento o azotes; sin la más mínima
perturbación por parte del verdugo de turno o de la sociedad en su conjunto.
Dicho en otras palabras, cualquier
tarea que se le imponga a un científico, administrador, jefe o supervisor, en cualquier
aspecto laboral o de la vida cotidiana, por honor, se cumple en el menor tiempo
posible y sin objeciones.
Contrario a lo que está sucediendo
en Italia, España y USA, donde la premisa, es siempre buscar el atajo, el viejo
truco, para ser más eficiente y eficaz; máxime cuando en esas culturas las religiones
o sectas - les otorga el don de la inmunidad y los exculpa si se arrepienten –
y del “dejar hacer, dejar pasar” se convierten en motores del progreso y del logro
del Sueño Americano.
Por esa razón, tal parece,
en esos tres países tristemente, sin pretenderlo, se disputan el registro por
parte de los medios de comunicación; por el mayor número de fallecimientos
diarios, muy cercanos a los 1.000 en su
mayoría adultos mayores como consecuencia del COVID-19; mientras los
dirigentes absortos, observan cómo se desploman sus economías.
En la otra orilla, ejércitos
de médicos, enfermeras, paramédicos y personal de aseo, luchan sin cuartel y
sin los recursos apropiados contra la
terrible pandemia; y merecidamente se convierten en héroes anónimos, muchos entregando
su vidas por salvar la del prójimo.
Es el claro distanciamiento
de lo correcto, de las buenas costumbres, de la afirmación de lo noble y lo
digno, frente al atroz consumismo; los lleva a otorgarle mayor reconocimiento
social, de poder, gloria y fortuna a un futbolista - que se gana la vida a las
patadas - que a un profesional de la
salud, máxime en estos momentos.
La explicación sensata es
que, para el Sistema General se Seguridad Social en Salud, SGSSS, un paciente
sano no es rentable; dicho en otras palabras, el negocio consiste en mantenerlo
enfermo.
Desde el punto de vista científico;
nos llama poderosamente la atención que un virus patógeno, sea tratado eficientemente
con abundante agua y jabón y además recomiendan un gel antibacterial.
Surge entonces la pregunta
¿Es un virus o una bacteria, o los dos? Para nadie es un secreto que las principales potencias mundiales,
llevan décadas, manipulando genéticamente para obtener, como elemento persuasivo,
armas biológicas de destrucción masiva.
Cosa que logran alterando el
DNA humano, basados en los trabajos de laboratorio en genomas no humanos;
resultados que replican en pacientes voluntarios, aquejados por alguna enfermedad
huérfana o desconocida, buscando un tratamiento, sin aparente cura por décadas.
La información con que
cuenta, la opinión pública, ya sea histórica o actual, por ejemplo: la Peste
Negra, entre muchas otras, indica que surge de espacios donde el hacinamiento, la
desnutrición, y los malos hábitos de higiene, más una precaria alimentación
durante generaciones; favorecen el brote de virus o bacterias.
Las estadísticas, por grupos etarios, empiezan a cambiar al igual que el comportamiento del COVID-19; la
población más afectada en Colombia está concentrándose en el rango, entre los 40
y 60 años, y empieza a caracterizarse en la población con edades menores a los
19 años.
Lo que demuestra, la falta de
compromiso personal, en el cuidado por parte de los menores de edad; y que el
virus, lucha por sobrevivir a los cambios en el medio ambiente que le rodea; no
esperemos que encontrada la cura – en por lo menos un año, más la patente – la amenaza
haya terminado.
Científicos aseguran que
existe la posibilidad que, ya encriptado el virus, éste y por algún estimulo en
el medio ambiente se vuelva a manifestar, luego de décadas, y regrese más
letal, poniendo, de nuevo, en un riesgo mayor a la humanidad.
Independiente de su origen,
es decir, que haya sido una obra, con patente, hecha por el hombre o como una
reacción de la naturaleza; el virus llegó para quedarse.
Desde lo político obligará a
los dirigentes a alejarse del discurso populista y la actitud oportunista; intentando
ocultar la realidad del microorganismo que está causando grandes pérdidas
humanas y económicas.
Desde lo económico, también es
evidente que el actual modelo – Capitalismo Salvaje – no debe de seguir reproduciéndose
en una sociedad con algo más de 7.000 millones de consumidores, donde solo un
exclusivo grupo de elegidos – mega millonarios – lo controlan todo.
De especial importancia en
la lucha contra la pandemia el Gobierno Nacional, Departamental y los locales,
deben de emprender acciones y tomar medidas conducentes y disponer de los recursos
necesarios para el confinamiento de la población vulnerable y sin techo.
Los que rápidamente deberán ser
atendidos integralmente, para de esta forma romper la cadena de transmisión que
se desprende de permanecer, en la calle y sin ninguna protección, las 24 horas del
día; aumentando la probabilidad de contagio; para luego establecer contacto, así
sea ocasional, con el resto de la población.
Desde el medio ambiente, tal
vez la mayor ironía de todo lo que actualmente sucede, es la hipótesis que la Madre
Tierra o la Pacha Mama, se está
manifestando y activando los mecanismos “propios” de auto regulación desde el vientre
materno.
Evitando o posponiendo el
colapso inminente, derivado de la depredación de medio ambiente; por parte de la
mano humana, frágil criatura, además de desquiciada, que actúa en contravía de
la natura, en una carrera irreflexiva por el consumismo y la riqueza.
Ya es común observar imágenes,
en ciudades, en estado de alerta máxima y con toque de queda, aparentemente
despobladas; donde la fauna silvestre regresa, así sea en busca de comida, a su
antiguo habitad; lo que nos lleva al recuerdo de películas apocalípticas donde
la naturaleza recupera el espacio perdido.
Finalmente le recordamos, a
usted atento y respetado lector, lo que está sucediendo, en países como Italia,
España y USA, que no es otra cosa que una alerta máxima de los que nos puede
suceder sino enfrentamos con respeto a la nueva pandemia del COVID-19 y que
llegó para quedarse.
No nos cansaremos en
insistir, hay que cambiar – tal vez para siempre – radicalmente los hábitos de
convivencia, al mejor estilo de los Chinos y Japoneses que no dan la mano, no se
abrazan y mucho menos se besan en público.
Siendo, las anteriores
prácticas, la manera más eficaz, además del aislamiento, de contener el avance
del virus; y es acatando las recomendaciones de las autoridades civiles y de orden
público.
Como lo son no salir de casa,
salvo sea estrictamente necesario, e independiente de la edad, sexo, raza, religión,
condición socioeconómica e inteligencia emocional, acatar, las recomendaciones
de las autoridades de la salud.
No sea que por arrogancia,
orgullo y la vanidad lleguemos a pensar, que somos hijos de los dioses del
Olympo, y que poseemos el don de la inmortalidad o por lo menos el de la
inmunidad, que no se dá sino en el parlamento. Amanecerá y veremos.