sábado, 28 de marzo de 2020

LOS PRIMEROS APRENDIZAJES DEL COVID-19


Cuando se le preguntó, en Milán, a una ciudadana italiana ¿Qué opinión le merecía, sobre lo que le está sucediendo al país, con el COVID-19?

No dudó un instante en contestar…Que era un castigo de Dios, por las maldades cometidas por la humanidad: olvidando de paso, la Madonna, que esa cultura es muy dada a los abrazos, besos en la mejilla o en la boca y en público.

Desde lo religioso, no tengo la sagacidad intelectual, el poder económico y la empatía social para declararme anticlerical; en lo que si me esfuerzo, siendo un tema que cofunde a la mayoría, sino a todos, de mis asiduos observadores; es conservar mi posición de libre pensador. Lo que me hace vivir tranquilo y sin sobresaltos.

El solo hecho que un adulto mayor, juzgue la pandemia como una señal de castigo divino, nos indica que más que un tema religioso, otra forma sutil de explotación de los más ingenuos por parte de los más audaces; es en particular – existen cientos o miles de sectas y religiones, la mayoría de garaje – un claro asunto cultural.

La República Popular de China es, la mayoría, por siglos atea; y sus habitantes han venido estando sometidos a un régimen – el comunista – donde la “obediencia civil”, es el primer requisito para demostrar ser un buen revolucionario.



En este orden de ideas, cuando se da una orden, la deben acatar con reverencia y obligatoriedad, como si hubiera salido de la boca del supremo gobernante, dicho comportamiento está en los genes del pueblo chino.

So pena de, por incumplimiento, perder el honor y de paso soportar un castigo como cadena perpetua, exilio, trabajos forzados, ahorcamiento, fusilamiento o azotes; sin la más mínima perturbación por parte del verdugo de turno o de la sociedad en su conjunto.

Dicho en otras palabras, cualquier tarea que se le imponga a un científico, administrador, jefe o supervisor, en cualquier aspecto laboral o de la vida cotidiana, por honor, se cumple en el menor tiempo posible y sin objeciones.  

Contrario a lo que está sucediendo en Italia, España y USA, donde la premisa, es siempre buscar el atajo, el viejo truco, para ser más eficiente y eficaz; máxime cuando en esas culturas las religiones o sectas - les otorga el don de la inmunidad y los exculpa si se arrepienten – y del “dejar hacer, dejar pasar” se convierten en motores del progreso y del logro del Sueño Americano.

Por esa razón, tal parece, en esos tres países tristemente, sin pretenderlo, se disputan el registro por parte de los medios de comunicación; por el mayor número de fallecimientos diarios, muy cercanos a los 1.000  en su mayoría adultos mayores como consecuencia del COVID-19; mientras los dirigentes absortos, observan cómo se desploman sus economías.

En la otra orilla, ejércitos de médicos, enfermeras, paramédicos y personal de aseo, luchan sin cuartel y sin los recursos apropiados  contra la terrible pandemia; y merecidamente se convierten en héroes anónimos, muchos entregando su vidas por salvar la del prójimo.  
  
Es el claro distanciamiento de lo correcto, de las buenas costumbres, de la afirmación de lo noble y lo digno, frente al atroz consumismo; los lleva a otorgarle mayor reconocimiento social, de poder, gloria y fortuna a un futbolista - que se gana la vida a las patadas  - que a un profesional de la salud, máxime en estos momentos.

La explicación sensata es que, para el Sistema General se Seguridad Social en Salud, SGSSS, un paciente sano no es rentable; dicho en otras palabras, el negocio consiste en mantenerlo enfermo.

Desde el punto de vista científico; nos llama poderosamente la atención que un virus patógeno, sea tratado eficientemente con abundante agua y jabón y además recomiendan un gel antibacterial.

Surge entonces la pregunta ¿Es un virus o una bacteria, o los dos? Para nadie es un secreto  que las principales potencias mundiales, llevan décadas, manipulando genéticamente para obtener, como elemento persuasivo, armas biológicas de destrucción masiva.

Cosa que logran alterando el DNA humano, basados en los trabajos de laboratorio en genomas no humanos; resultados que replican en pacientes voluntarios, aquejados por alguna enfermedad huérfana o desconocida, buscando un tratamiento, sin aparente cura por décadas.

La información con que cuenta, la opinión pública, ya sea histórica o actual, por ejemplo: la Peste Negra, entre muchas otras, indica que surge de espacios donde el hacinamiento, la desnutrición, y los malos hábitos de higiene, más una precaria alimentación durante generaciones; favorecen el brote de virus o bacterias.

Las estadísticas, por grupos etarios, empiezan a cambiar al igual que el comportamiento del COVID-19; la población más afectada en Colombia está concentrándose en el rango, entre los 40 y 60 años, y empieza a caracterizarse en la población con edades menores a los 19 años.

Lo que demuestra, la falta de compromiso personal, en el cuidado por parte de los menores de edad; y que el virus, lucha por sobrevivir a los cambios en el medio ambiente que le rodea; no esperemos que encontrada la cura – en por lo menos un año, más la patente – la amenaza haya terminado.

Científicos aseguran que existe la posibilidad que, ya encriptado el virus, éste y por algún estimulo en el medio ambiente se vuelva a manifestar, luego de décadas, y regrese más letal, poniendo, de nuevo, en un riesgo mayor a la humanidad.

Independiente de su origen, es decir, que haya sido una obra, con patente, hecha por el hombre o como una reacción de la naturaleza; el virus llegó para quedarse.

Desde lo político obligará a los dirigentes a alejarse del discurso populista y la actitud oportunista; intentando ocultar la realidad del microorganismo que está causando grandes pérdidas humanas y económicas.

Desde lo económico, también es evidente que el actual modelo – Capitalismo Salvaje – no debe de seguir reproduciéndose en una sociedad con algo más de 7.000 millones de consumidores, donde solo un exclusivo grupo de elegidos – mega millonarios – lo controlan todo.

De especial importancia en la lucha contra la pandemia el Gobierno Nacional, Departamental y los locales, deben de emprender acciones y tomar medidas conducentes y disponer de los recursos necesarios para el confinamiento de la población vulnerable y sin techo.

Los que rápidamente deberán ser atendidos integralmente, para de esta forma romper la cadena de transmisión que se desprende de permanecer, en la calle y sin ninguna protección, las 24 horas del día; aumentando la probabilidad de contagio; para luego establecer contacto, así sea ocasional, con el resto de la población.

Desde el medio ambiente, tal vez la mayor ironía de todo lo que actualmente sucede, es la hipótesis que la Madre Tierra o la  Pacha Mama, se está manifestando y activando los mecanismos “propios” de auto regulación desde el vientre materno.

Evitando o posponiendo el colapso inminente, derivado de la depredación de medio ambiente; por parte de la mano humana, frágil criatura, además de desquiciada, que actúa en contravía de la natura, en una carrera irreflexiva por el consumismo y la riqueza.

Ya es común observar imágenes, en ciudades, en estado de alerta máxima y con toque de queda, aparentemente despobladas; donde la fauna silvestre regresa, así sea en busca de comida, a su antiguo habitad; lo que nos lleva al recuerdo de películas apocalípticas donde la naturaleza recupera el espacio perdido.

Finalmente le recordamos, a usted atento y respetado lector, lo que está sucediendo, en países como Italia, España y USA, que no es otra cosa que una alerta máxima de los que nos puede suceder sino enfrentamos con respeto a la nueva pandemia del COVID-19 y que llegó para quedarse.  

No nos cansaremos en insistir, hay que cambiar – tal vez para siempre – radicalmente los hábitos de convivencia, al mejor estilo de los Chinos y Japoneses que no dan la mano, no se abrazan y mucho menos se besan en público.

Siendo, las anteriores prácticas, la manera más eficaz, además del aislamiento, de contener el avance del virus; y es acatando las recomendaciones de las autoridades civiles y de orden público.

Como lo son no salir de casa, salvo sea estrictamente necesario, e independiente de la edad, sexo, raza, religión, condición socioeconómica e inteligencia emocional, acatar, las recomendaciones de las autoridades de la salud.

No sea que por arrogancia, orgullo y la vanidad lleguemos a pensar, que somos hijos de los dioses del Olympo, y que poseemos el don de la inmortalidad o por lo menos el de la inmunidad, que no se dá sino en el parlamento. Amanecerá y veremos.

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