“Muchos años después, frente
al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar
aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…” Mil gracias
Gabo.
Antes de dar inicio, a esta
corta conversación con usted atento y respetado lector, déjenme aclararle que
lejos estoy de utilizarlas - esa situación de discapacidad - de manera peyorativa, en relación a las
personas a las que les acompaña dichas limitaciones, por nacimiento o traumáticamente adquiridas y por las cuales
solo profeso respeto y admiración, sin llegar a convertirse en
conmiseración.
Debiendo ser fortuna pero con
el riesgo - por aquello de la ley de las probabilidades - de convertirse en una desgracia, de un poco más de 30 millones
de compatriotas, más de la mitad se niega a votar y otros tantos ilusos
prefieren el voto en blanco, tal vez, anhelando el color de la paz.
Primera pregunta ¿Por qué la
negación? Porqué esa mayoría, que todo lo podría cambiar, se aferra al desencanto y al cansancio ¿o será
por fatiga? y ¿Por qué no le huyen a la siniestra manipulación?
En repetidas ocasiones, lo
hacen, tal vez por conveniencia o ignorancia; ya sea que formen parte del botín de la guerra, o por la
aceptación pusilánime que la única - en especial todos aquellos que aún creen
que nunca les llegará la guerra - salida es la posible la intensificación del conflicto
armado, alejándose de la búsqueda sincera por la paz.
Por aquello que “El fin
justifica los medios” es la clara
actitud, del lugareño ilustrado, que sigue ciegamente a sus amos, cuando le
enseñan que se debe confesar.
Frente a esa inocultable
realidad algunos siquiatras, sociólogos y antropólogos manifiestan que todo se
debe a que somos hijos de la violación, el incesto y la usurpación, realidad un
poco mágica, que dio inicio con esa desesperada
aventura hace un poco más de 521 años, cuando los primeros en desembarcar
fueron presidiarios, vagos, borrachines, asaltantes, violadores y en general canallas
en busca de poder y riquezas.
Comenzando el holocausto
indígena, con siniestras intenciones soterradas bajo el signo de la cruz, la
más colosal herejía; los recién llegados se acompañaron con recién comprados
pergaminos: principies y princesas, condes y condesas éstas acompañadas de
febriles duquesas, virreyes y plebeyas, todo servido para empezar a colonizar. Como
resultado, de esa orgia de sangre, se crea toda una nueva raza multiétnica, engañosamente, difícil de interpretar.
Ahora si…y sin otra
intención que acudir al llamado - por el voto inteligente en busca de la
genuina paz - comparto con usted, y como homenaje silencioso al inmortal Gabo… una
frase…que por fortuna y después de liberar del olvido un libro nunca dejado de
lado y a mitad de camino en su lectura; el pasado quinto día de la
semana y soportando, como condena, esa calurosa tarde que por fortuna algo que me encontré me hizo meditar.
Producto del escritor Gerald
Martin es su generoso libro Gabriel García Márquez - Una Vida - pg. 349; aprovecho
su desprendida paciencia para invitarlos a leer o releer, para muchos, su obra
cumbre “Cien años de soledad”.
En su raciocinio, Martin, y refiriéndose
al inmortal Gabo…destacó…”Pasó el peor día de todo aquel proceso de escritura
con la muerte del coronel Aureliano Buendía, en el capitulo 13. Al igual que
les ocurre a muchos escritores, vivió el final
de su personaje principal como una pérdida personal, casi un homicidio…”
tal parece - segun la pluma de sus estudiosos - tiene mucho que ver la muerte
como recuerdo conmovedor en la infancia del nobel.
Un poco más allá en la misma
página, y refiriéndose al personaje central de la obra Cien años de Soledad; -abro
un corto paréntesis - aunque Gabo insiste, en contravía de sus críticos, que su
mejor libro fue “El Otoño del Patriarca”,… entonces me tropiezo con la
siguiente revelación “Aureliano es solitario, egocéntrico y
despiadado, nada puede interponerse en el camino de su ambición personal.”
Fue entonces la anterior
frase, la que me hizo entender el porqué de la infinita ingenuidad conque
millones de compatriotas por comodidad, necesidad o fatiga tercamente insisten
en caminar como ciegos, sordos y mudos acompañando con júbilo, cada uno por su
lado, a los nuevos verdugos de la paz y la reconciliación.
En la recta final de este camino de la reelección ; cabe la
pregunta ¿Cuantos “Aurelianos” hacen
parte de la actual lista de protagonistas donde muchos buscan la guerra y otros
intentando no sepultar la paz?
Somos definitivamente un
país macondiano que goza, sufre y llora por Shakira, Vergara, Sandro, Nairo y
Falcao por mencionar solo algunos; un país abatido por la carga ancestral de pasiones
encontradas y no resueltas.
Un país político donde la traición,
la marrulla, la malicia y el truquito
son el pan nuestro de cada día; somos narcisos, hipócritas, envidiosos y arrogantes; somos un pueblo citadino con la
necesidad de volver a lo rural único lugar donde nace, vive y muere este
poderoso país y donde la globalización le exige que el machete y el azadón se
conviertan en los únicos instrumentos para alcanzar la verdadera PAZ.
También es cierto, que en un
nación donde se impone el paradigma “todo vale“ la injuria, la calumnia y el
boquinche son cínicamente los nuevos principios y valores para adoptar.
Cuando será que todos los Aurelianos…
con apellido Zuluaga, Uribe, Gaviria - el José - Jiménez, Cabal, Márquez, Santrich, Londoño y muchísimos más; aparte de los “dignos“ representantes
del Establecimiento que, hoy y en cierto modo para no estorbar, me niego a
nombrar… silencian los fusiles y entonan canticos de paz.
Esta última preocupación va para
las guerrillas, algunos huyendo con el dinero de la guerra, otros acorralados
contra la frontera, la ladera o el mar; tener en cuenta la mano tendida y
generosa del gobierno, no sea que se cumpla la sentencia de Pablo Emilio
Escobar Gaviria “Prefiero una tumba en Colombia que una prisión en Estados
Unidos” contrario a lo último, ustedes entienden que la justicia transicional
es la salida.
Porqué entonces insistir
en una falsa arrogancia que ya no está a la medida de su estatura militar; y que lo
hace ver, ridículo, a nivel internacional.
Finalmente y a escasos ocho
días, de decidir la suerte da la patria, tal parece importunamos como ciegos,
sordos y mudos ignorando el clamor de ese otro país cansado de una guerra sin
fin; y que insiste sin vacilar en continuar
con los acuerdos para alcanzar la genuina paz.
A pesar de todo seguimos
empeñados en que la razón se imponga sobre la desorientación; con enorme convicción
y entusiasmo estamos seguros que el próximo domingo 15 de junio pasará a la
historia como el día en que el país se negó avanzar hacia un nuevo sacrificio. Amanecerá
y veremos.
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