miércoles, 5 de mayo de 2021

EL CONTRATO SOCIAL

 

LIBRO IV

LA VOLUNTAD GENERAL ES INDESTRUCTIBLE

Buscando respuestas… Nos tropezamos con Jean Jacobo Rousseau, releyendo parte de ese manuscrito; que dada su profunda sencillez sobre la forma como narra, e imagina, en esa época “Un Estado bueno y bondadoso”.

Y no como ahora, cuando ese pretendido poder omnímodo, para administrar y contrario a lo esperado, o tal vez por eso, nunca fue entendido; para bien del ciudadano del común por los que aparentemente lo regentan.

A continuación, compartimos el siguiente capítulo que nos ilustra, para bien, sobre la coincidencia de algunos asuntos en estos aciagos tiempos… De la pluma del polímata suizo.

“En tanto que varios hombres reunidos se consideran como un solo cuerpo, no tienen más que una sola voluntad relativa a la común conservación y al bien general.

Entonces todos los resortes del Estado son vigorosos y sencillos, sus máximas claras y luminosas, no existe confusión de interés, ni contradicción; el bien común se muestra por todas partes, con evidencia, sin exigir más que buen sentido para ser conocido.

La paz, la unión, la igualdad, son enemigas de las sutilezas políticas: Los hombres rectos y sencillos son difíciles de engañar, a causa de su misma sencillez. Ni las añagazas ni las refinadas habilidades logran seducirles.

Cuando se ve como en los pueblos más dichosos del mundo un montón de campesinos arreglaba bajo una encina los negocios del Estado conduciéndose siempre sabiamente, ¿puede uno dejar de despreciar los refinamientos de otras naciones que se vuelven ilustres y miserables con tanto arte y tanto misterio?

Un Estado así gobernado necesita pocas leyes, y cuando se hace necesaria la promulgación de otras nuevas, tal necesidad es universalmente reconocida.

El primero que las propone no hace más que interpretar el sentimiento de los demás, y sin intrigas ni elocuencia, pasa a ser ley lo que de antemano cada cual había resuelto hacer una vez seguro de que los demás harán de él.

La causa por la cual los razonadores se engañan, consiste en que no han visto más que Estados mal constituidos desde su origen, y por lo tanto se sorprenden de la posibilidad de mantener en ellos semejante política.

Ríen al imaginar todas las tonterías con que un trapacero hábil o un charlatán hubiera sido capaz de persuadir al pueblo de Paris o Londres, y no saben que Cromwell habría sido encadenado por los berneses y el duque de Beaufort llamado a orden por los Ginebrinos.

Mas cuando los vínculos sociales comienzan a debilitarse y el Estado a languidecer; cuando los intereses particulares comienzan a hacerse sentir y las pequeñas sociedades a influir sobre la general, se altera el interés común y la unanimidad desaparece; la voluntad general no sintetiza ya la voluntad de todos; surgen contradicciones y debates y la opinión más sana encuentra contendientes.

En fin, cuando el Estado, próximo a su ruina, solo subsiste por una forma ilusoria y vana y el lazo social se ha roto en todos los corazones; cuando el vil interés se reviste descaradamente con el manto sagrado del bien público, entonces la voluntad general enmudece, todos guiados por móviles secretos, opinan como ciudadanos de un Estado que jamás hubiese existido, permitiendo que pasen subrepticiamente bajo el nombre de leyes, decretos inicuos que tienen únicamente como objeto un interés particular.

¿Se sigue de ahí que la voluntad general se haya destruido o corrompido? En manera alguna; permanece constante, inalterable y pura, pero está subordinada a otras voluntades más poderosas que ella.

Separando cada cual su interés del interés común, comprende que no puede hacerlo del todo, empero la porción del mal público que le corresponde, parécele poca cosa comparada con el bien exclusivo de que pretende hacerse dueño.

Hasta cuando vende por dinero su voto, no extingue en si la voluntad general, tan solo la elude. La falta que comete consiste en cambiar los términos de la proposición y contestar lo que no se le pregunta, de suerte que en vez de decir por medio del sufragio: “Es ventajoso para el Estado”, dice “Conviene a tal hombre o a tal partido que tal o cual cosa sea aceptada”.

Así la ley del orden público en las asambleas, no tiene por objeto sostener la voluntad general, cuanto hacer que sea siempre consultada y que responda siempre a sus fines.

Podría hacer muchas reflexiones acerca del derecho del sufragio en todo acto de soberanía, derecho que nadie puede arrebatar a los ciudadanos, y sobre el de opinar, proponer, dividir y discutir, cuyo ejercicio el gobierno tiene siempre gran cuidado de no permitir más que a sus miembros, pero esta importante materia exige un tratado aparte y no puedo decir todo en el presente” JJR.

Finalizando… Visto desde ese contexto histórico, nos lleva a una primera reflexión sobre aquella sociedad francesa, en la segunda mitad del siglo XVIII, que a pesar de dar muestras de una economía en expansión; al tiempo ebullía una estructura social que la hacía más conflictiva; y de un estado monárquico en crisis que posteriormente derivó en el colapso por la Revolución Francesa.

Cualquier posible semejanza, guardando las proporciones políticas, sociales y económicas con la realidad actual colombiana, es solo una coincidencia.

Nuevamente la historia, los que la conocen y les obliga recordarla buscando atajos en medio de la actual crisis que ha unos pocos acorrala; nos recrea a través de esta profunda obra y si contamos con el ánimo de leer el siguiente capítulo.

Que inevitablemente nos carga con una reflexión adicional, válida para nuestro país y en las actuales circunstancias…Y es el poder del sufragio. Amanecerá y veremos.

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