Casi nadie recuerda la
enorme expectativa que despertó, el arribo de la multinacional Carrefour a la
Ciudad de Cartago en el Norte del Valle, sembrando augurios de generación de
empleo, reactivación económica y bienestar para la comunidad; y ante la posible
llegada de nuevos inversionistas en otros sectores.
Casi 7 años después cambió,
por venta, la razón social y tal parece lejos de la amplia diversidad de bienes
que inicialmente comercializó, muchos importados, esa gran superficie.
Esperemos esté errado.
A juicio de los clientes de esa
época, lo que posteriormente se convirtió en una debilidad, en comparación era más
costoso comprar allí un mercado tradicional, salvo las promociones.
Aparte del manejo de los
precios en las góndolas que, en algunos casos, era inferior al facturado en
caja; o la confusa información sobre el
uso de los puntos por redimir de la tarjeta, momentos de verdad, mal manejados
por la administración, poco a poco llevaron al desanimo del parroquiano, lo
que produjo, su retiro, la disminución en las ventas.
Regresando al tema que nos
interesa hoy; otra nueva firma comercializadora hace poco inauguró dos
supermercados; y tal parece se están sentando las bases para construir otro centro
comercial, intentando hacerle competencia o segmentar más el mercado (con un perfil
diferente) al ya tradicional, ubicado al otro lado de la Institución Educativa
Académico.
Uno de los aspectos que más llama
la atención es (a pesar de la enorme competencia entre los supermercados) que no
se presenta, el efecto en la disminución en el nivel general de precios en ese segmento
(Teóricamente: Una mayor oferta de bienes, en el mercado, frente a una demanda
estable; el nivel general del precio del bien tiende a disminuir con el tiempo).
Tendríamos que analizar este
punto; pero se me ocurre, que la competencia, el precio y la forma como se
comercializan los mismos productos en las tiendas (ejemplo: el precio de una bolsa
de leche es de $10 pesos menos en un supermercado – y al facturar no hay unidad
de medida monetaria para el cambio), hace que, al final, el margen de
rentabilidad de esas superficies sea cada vez más bajo. Empezando con el final,
la tienda sigue siendo la columna vertebral de la economía local.
Lo que atrae visitar esos
supermercados, es la marca del supermercado (arroz…mega-barato), las tarjetas
para acumular puntos (efecto maquillador del precio), las promociones relámpago
y/o de temporada; nuevos productos (importados) y las presentaciones en tamaño familiar
(aparentemente más económica).
Pero en general, la
tendencia es, que cada mes, sale más costoso ir de mercado y en especial en
supermercados de amplia trayectoria en la ciudad, salvo alguno muy bien
posicionado.
Surge la pregunta ¿habrá
suficiente demanda para tanta oferta comercial? seguramente que sí la hay; los
estudios a nivel nacional indican que la clase media está creciendo, no está
claro si a nivel local; de todas formas, la nueva inversión, es una buena
noticia para la ciudad.
Debemos esperar, que ese
aumento en la oferta comercial, en lo local; va principalmente dirigido a la
clase media baja, estrato Tres (3) en adelante, arrastrando a parte del estrato
dos (2) por aquello de “si Pepita lo compró… también lo haré yo”; a la vez
que los posiciona como buenos consumidores; en especial, de bienes como alimentación,
vestuario y tecnología; disminuyendo el consumo de vehículos y vivienda.
Otros estudios indican que
esa “clase emergente”, apalanca sus consumos en las tarjetas crédito (TC),
situación que a mi juicio y a riesgo de equivocarme es un crecimiento anormal de
la economía (no derivado de una mayor eficiencia en la productividad y en la equitativa
distribución del ingreso) sino a través del sobrecosto derivado del
endeudamiento (con astronómicos réditos para el sector financiero).
Citemos un ejemplo: Una
unidad familiar, que le cuesta un mercado mensual $700.000.oo, al momento del
pago, lo difiere a través de su (TC) en cómodas cuotas, a doce (12) meses;
entonces, al final, le sale al usuario
“más caro el caldo que la gallina”.
Finalmente, se estima que la
mayor parte de la economía de la ciudad y subregión, la canasta familiar la consuma a
través de la tienda; guiado principalmente por su precaria situación económica,
a lo largo de décadas.
Lo anterior generó el habito
y la costumbre (difíciles de cambiar), para la mayoría de la población ubicada en
los estratos 1, 2 y 3 comprar, diariamente, en la tienda de la esquina: Entre
otros una bolsa de leche, una panela, media libra de arroz, una onza de aceite,
$200.oo de cebolla, $200.oo de tomate, $100.oo de cilantro, 3 plátanos, 3 papas,
una yuca y cuatro huevos…. Ah… y que mi mamá le manda a decir que por favor, se
lo anota en el cuaderno; gracias vecino.
De ahí la importancia de fortalecer,
ese gremio, con asesoría; mediante alianzas estratégicas entre la Administración
Municipal, Cámara de Comercio, Fenalco y la Banca Comercial, ésta última otorgando
créditos blandos, no al 2.4% como lo está ofreciendo, mercadeo tienda a tienda,
un tradicional Banco de la Ciudad; sino a través de créditos de fomento, y por
encima de los costos administrativos, bien podría el crédito estar entre 1% y
1.5%. Amanecerá y veremos.
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