miércoles, 10 de julio de 2013

A PROPÓSITO DE SNOWDEN


Probablemente, por mucho tiempo, se mantendrá en secreto las probadas razones por las cuales el ya celebre ex contratista, reclutado por su notable audacia e inteligencia, renunció a su cómodo oficio de espiar  en los cuatro continentes. ¿Que fue lo que pasó?

Soltero con altos honorarios, exoneración de impuestos, pasaporte global, posibilidad de ascender en la conciencia del poder; disfrutando en ocasiones, de algún puente festivo, en compañía de ardientes demócratas y/o una que otra republicana - recuerden la foto de su ex novia - y con todo, haya decidido quebrantar, para su perpetuo desasosiego, esa frágil -para muchos- clausula de confidencialidad; Entonces es de suerte, para la agencia, algo circunstancial, pero sin poder ocultar su enorme fracaso.

Impulsos habrá tenido, el ex funcionario de la CIA,  y no necesariamente guiado por la búsqueda de la verdad – esa era su tarea proteger intereses geoestratégicos – seguramente tampoco intentaba salvaguardar el derecho a la intimidad de los ciudadanos del mundo; en conclusión, algo falló en lo acordado o la intención es otra.

Motivaciones que sin duda tal vez conozcamos, si Dios lo permite, oficialmente dentro de 20 años cuando los organismos de inteligencia norteamericanos, se fastidien de leer y releer, intentando interpretar los códigos secretos de lo filtrado al mundo. Recomiendo leer Criptonomicón - El Código Pontifex de Neal Stephenson – la novela de culto de los hackers.

O mucho antes, si algún asesor de presidencia de algún país latinoamericano, muy cercano al bloque soviético le insinué, al asilado, escribir un libro para posteriormente producir una película al mejor estilo de la Guerra de las Galaxias.

Eso de fisgonear, es una realidad antigua que el poder mediático puso de moda; y seguramente tiene en sobresalto a los regentes del poder a nivel global, ya que la pregunta, que se deben hacer, debajo de las sabanas de seda; es el que, como, cuando, donde y el porque me están espiando.

También nos acostumbramos, al espío doméstico; que de hecho es un tanto vulgar, por aquello de los medios que utilizan (ventanas, puertas, terrazas, patios, paredes, entre muchos otros), a la vez que los entretiene, lo que se convierte en chisme; está comprobado que es el mejor método de exculpar, por un instante, el tormento sus propios demonios.

Esa obsesión de fisgonear y juzgar obedece a un elemental instinto de supervivencia emocional; y tiene su origen, en el miedo de perder por celos, lo que se cree le pertenece; o que enfermizamente envidia lo que otros tienen.

Por ello es imposible, que los mortales no hayamos estado, de alguna manera, sometidos al escrutinio, de propios y extraños, a lo largo de nuestra vida, y para algunos después de esta.

Empecemos con los propios, quien no experimentó de niño, la mirada y la mano protectora de la madre cuando actuaba para evitarnos accidentes como: rodar por la escalera o meter el dedo en algún electrodoméstico. Algo muy básico pero cierto.

Ya adolescentes, la incesante búsqueda  de pruebas en closets, mesas de noche y vestuario que indicaran sobre algún tipo de nuevo hábito, adquirido a través de compañeros de estudio o amigos, e intentar corregirlos.

Ya en la edad adulta, quien no experimento  la presencia tecnológica a través del teléfono fijo o celular, computadora, o recientemente en las redes sociales; comprobando una vez más y al mejor estilo de los organismos de inteligencia alrededor del mundo que “el que esta dentro del radar, es porque está protegido y a la vez vigilado”. Para bien o para mal.

Para terminar, y en lo laboral, cuantas veces le han bloqueado algunas de sus cuentas email o en las redes sociales;  o de manera conminatoria le hayan hecho saber que, desde su cuenta, reenvió correos a favor o en contra de su jefe o que tiene inclinación por páginas eróticas.

Como, la frase, en el cuento “El Flechas” de David Sánchez Juliao…”Tranquila niña Tulia…. Tu crees que eso no se sabe”.  Amanecerá y veremos.

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