Es necesario recordar que en
el ejercicio de todas las disciplinas como las artes, los oficios y las
ciencias (excluyendo a los que no las ejercen por falta de oportunidad o por temor
al fracaso) hay excelentes, buenos,
regulares, malos y pésimos abogados, administradores de empresas, albañiles, agrónomos,
areperas, arquitectos, artesanos, artistas, asistentes, carpinteros, choferes, comunicadores
sociales, chaceros, consejeros, contadores públicos, directores, docentes, economistas,
electricistas, filósofos, fotógrafos, ingenieros, joyeros, maestros, mandaderos,
mecánicos, médicos, monitores, músicos, oficiales, oftalmólogos, panaderos, plomeros,
psicólogos, secretarias, tecnólogos, teólogos, trabajadores sociales, usureros,
vaqueros y zootecnistas entre muchos otros.
Hoy comenzando semana y
guiado por el acontecer diario en la ciudad de Cartago en el Norte del Valle,
le dedicaré un poco de tiempo y espacio para intentar efectuar una reflexión
sobre el contexto económico, político, social y ético en el que se desarrolla y
el papel que desempeñan o deberían desempeñar los diferentes medios de
comunicación locales.
Todos aquellos que se
dedican por convicción o necesidad (no encuentran otra cosa digna más que
hacer), al noble oficio de informar; que
en el deber ser no es otra cosa que defender el derecho a la libertad de
pensamiento y expresión propio de una fortalecida democracia como la nuestra,
enfrentan regularmente dos retos, informar objetivamente o desinformar para
beneficio personal o de otros; alejándose, en la segunda actitud intelectual,
de la responsabilidad social de tener bien informada una comunidad esperanzada
por el cambio radical y no por el cambio de protagonistas.
En medio de este dilema y recogiendo
experiencias del pasado, el otro reto y tal vez el que más ocupa la mente del
comunicador social o periodista es vencer el temor de poner en riesgo su honra,
vida y bienes defendiendo causas aparentemente pérdidas; agregaría que no hay causas
perdidas solo hechos circunstanciales que las hacer ver así.
La aptitud asumida por el vencedor
lo obliga, siempre y después de algún aparente fracaso, a tener nuevamente que levantarse,
reinventarse y continuar recorriendo el camino de la superación personal,
familiar y profesional sin mirar con el
retrovisor.
Sostenidos en esta última
conclusión acompáñeme usted atento y respetado lector y reflexionemos sobre el
entorno en que se desenvuelve esta esperada noble labor del comunicador social
o periodista.
Desde lo social, se podría
concluir que vivimos en una sociedad (pueblo o ciudad) apasionadamente morbosa
y envidiosa que día a día espera el escándalo y la tragedia personal del
familiar, vecino, amigo o del desconocido para disfrutar y envalentonarse a
través de ella.
En la mayoría de los
ocasiones sin entender o querer entender que hacen parte protagónica de esa familia
consumista y manipuladora de buenas y malas noticias.
El inconveniente para los
medios y el periodista se puede presentar cuando por una errónea y mal interpretada
noticia ésta puede convertirse, y como reacción espontanea del injuriado; en demandas civiles y penales, ya que se hizo sin
la menor verificación de los hechos y con las diferentes fuentes que originan
la noticia, pero en especial sin consultar el (la) ofendido (a).
Igual es una sociedad
taimada y por supuesto muy bien informada; que actúa de manera hipócrita cuando
públicamente se rompen las vestiduras “denunciando” hechos reprochables o
aparentemente bien juzgados, sin el menor asomo de prudencia y moderación.
Una comunidad que
aparentemente no entiende que en materia de corrupción el principal agente
corruptor es el mismo ciudadano que evade, elude o pide rebaja en los
impuestos, ofrece comisiones para que le otorguen un contrato o para que le agilicen los pagos sobre hechos
ya cumplidos; para finalmente, él mismo, salir a la calle y ufanase de sus
actuaciones y darse importancia.
Es muy común que la misma
persona que ofrece la dadiva y una vez obtenido el beneficio, lo “comparta” solo con las pocas personas de
su absoluta confianza, las que a su vez harán lo mismo; dicho en otras palabras
cuando un hecho de corrupción se presenta al interior de una entidad privada o púbica
en menos de quince minutos más de 50 personas conocen el hecho vía chat.
Por ello el ciudadano del
común visita asiduamente parques, plazas y vías públicas y se la pasa esperando que los protagonistas de
los hechos, cambien de estrato y pasen
de utilizar un vehículo prestado a
conducir un vehículo propio de alta gama.
Haciendo referencia al
párrafo anterior termino compartiendo el popular refrán…. “…Tranquila niña
Tulia….¿tú crees que eso nadie lo sabe?...”
Desde lo económico, los
periodistas, asistentes y auxiliares son mal remunerados por los propietarios
de los medios de comunicación; en algunas ocasiones el salario lo obtienen
vendiendo pautas publicitarias y comerciales del mismo empresario de la
comunicación, el problema se complica cuando por alguna razón nadie o muy pocos
quiere pautar con ese medio noticioso.
Lo anterior significa que
ocasionalmente deben enfrentar
limitaciones económicas, y en el peor de los casos implorar la caridad del
colega en mejores condiciones laborales; perdiendo de esta manera la
objetividad y quedando atados a los caprichos de una oferta y una demanda que
fijan el precio de mercado de esos servicios.
Es común escuchar y sobre
todo en el sector público, a manera de
reproche y por parte de todos los
gobernantes de turno que las buenas noticias no se publican porque no media un
“contrato” de prestación de servicios, entre el municipio y el periodista.
Aclaro no todos medios y los
periodistas actúan de esta manera, ustedes sabrán a quien le cae el guante.
Desde lo político queda
claro que aquellos comunicadores que están matriculados en una corriente
ideológica o filosófica y tienen el respaldo suficiente no tienen el menor
escrúpulo de decir las cosas tal como son, manteniendo de esta manera en un permanente
estado de zozobra a todos aquellos que por casualidad, premeditación y
oportunismo, intentan cambiar el estado de las cosas pero en beneficio propio y
de solo unos pocos.
Desde lo ético nos
encontramos con un periodismo en decadencia, sin desconocer que existen muy buenos
periodistas, en general en la ciudad (me aferro a creer que ya vivimos en una
ciudad) no se practica un periodismo investigativo, al periodista común y
corriente le da pereza mental llegar al origen de los hechos, en algunos casos
las noticias son copiadas de otros medios regionales y nacionales; para luego
ser maquilladas y pegadas en el que representan o trabajan.
Algunos viven
del oficio del caza fantasmas donde la oportunidad de lanzar una noticia bomba
los ciega y los lanza a la improvisación y la mediocridad.
Finalmente ha hecho carrera
en los medios de comunicación virtuales, darle un espacio al adepto lector para
que opine sobre el acontecer noticioso; por aparentes razones de ética y
responsabilidad con lo que se escribe es usual encontrar la siguiente nota al
pie de una noticia o columna: “las opiniones aquí expresadas pertenecen
exclusivamente a los lectores y no
reflejan la opinión de este medio”
Lo anterior me sugiere que
peligrosamente se ha abierto una ventana de opinión para aquellos que desde el
anonimato y obedeciendo a intereses mezquinos personales y/o colectivos
intenten manipular lo escrito en una noticia o columna.
Lo más importante, en esta
dinámica sobre la doble información, es
la prudencia que deben de tener los responsables de hacer el filtro a dichos
comentarios porque está planteada la duda de si el comentario lo hace el
público en general o es el mismo medio interesado el mejorar el rating o atacar
alguna noticia o columna de opinión.
De hecho la responsabilidad
de la información recae en manos de quien la escribe ya sea periodista o
columnista, de ahí la importancia de saber escribir bien las cosas, porque
desde el otro lado del monitor y en la superautopista informática de la
Internet, cada cual las interpreta según la posición que asuma dentro del
proceso; o mejor “El infractor juzga por su condición” y así no lo llamen a
lista se incluirá en ella.
Es necesario volver al
periodismo que oriente e ilustre al ciudadano del común, y porque no decirlo a la
crítica que alerte y prevenga a los líderes
que toman decisiones, por que en muchas ocasiones aún siendo los protagonistas
de los hechos, desconocen de muchas sucesos que giran a su alrededor, y por
comodidad o conveniencia se les ocultan; queda pues claro que desde la tribuna
se ven mejor las corridas. Amanecerá y veremos.
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