domingo, 8 de mayo de 2011

LA HUMILDAD… SÉPTIMO PASO…LA LIBERACIÓN DE NUESTROS DEFECTOS

Siempre espero con paciencia y gusto, que se cumpla el cronograma mensual para abordar este tema y poder dedicar unos minutos para llevar el mensaje del programa de Alcohólicos Anónimos.

Si, Alcohólicos Anónimos, espero entonces que logre vencer la indiferencia de continuar leyendo este tipo de artículo, en tal caso lo felicito porque es muy probable que necesite el mensaje y estoy seguro que de algo le servirá.

Si por el contrario usted, con sobrada razón, considera que aún no le afecta y puede disfrutar de una reunión alcohólica sin incomodar a alguien, ni al día siguiente despertar con sentimientos de duda o culpa, los que seguramente de manera inconsciente y como mecanismo de defensa rápidamente olvidará, entonces aquí no ha pasado nada; tranquilo aún no ha llegado su tiempo, lo más seguro tendrá por delante 30 años para seguir consumiendo alcohol sin afectar para nada su salud física y mental, eso espero.

Para comenzar es muy importante resaltar que no soy especialista en el tema del Alcoholismo, tan solo fui uno de las miles de personas (escribo en términos lugareños) que sintió de cerca la presencia de ese monstruo que se manifiesta de mil maneras.

Siendo, una de ellas, a través de un bien elaborado y sutil comercial donde actúan importantes personajes del futbol colombiano para invitarlo a visitar la pagina de una bebida cerveza, sugiriéndole que apoye el deporte de las multitudes y de paso reafirmarle la lealtad para con esa marca; y la otra…por la simple aceptación de una inofensiva “cerveza bien fría” en medio de la resaca derivada de la ultima borrachera de la noche anterior.

Antes de empezar también debo de recalcar que el alcoholismo fue declarado, hace ya más de cuarenta años, una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud y que la misma legislación colombiana ahora pretende incluirla en la lista del Plan Obligatorio de Salud para ser tratada como tal; lo que nos lleva a pensar que el Gobierno ya ve la enfermad como un problema de salud pública.

Confirmando una vez más que el borrachín no solo es el desahuciado y harapiento personaje que deambula entre antros y cantinas de mala muerte o tirado en las esquinas de nuestra galería central tomándose una botella de chirrinche (alcohol etílico con gaseosa preferiblemente colombiana o manzana).

El inconveniente ya no es ese, el problema radica en que hoy día ni siquiera se llega a ser alcohólico para convertirse en drogadicto. Terrible amenaza para nuestros niños, infantes y adolescentes.

Volviendo a la generalidad de los casos, todo lo contrario el enfermo alcohólico lo encontramos en oficinas, consultorios, tiendas, supermercados, discotecas, restaurantes, pizzerías, etc.

Para concluir es un ser humano común y corriente que se viste de adolescente, honrado trabajador, de ama de casa, estudiante, profesional, adulto mayor, etcétera y vive en cualquier estrato desde el cero hasta el siete.

Más allá, (intento indicar dos o más cosas diferentes y que se comparan y son aproximadamente iguales frente a un problema propuesto) de la edad, sexo, raza, credo, condición económica, social o política; el borrachín es una persona que sufre física y emocionalmente y padece una enfermedad incurable.

¿Entonces que hacer frente a tal situación? primero tengamos en la cuenta a todos aquellos que hoy, con la lectura, se inician en este tema y es entonces necesario mencionarles algunas cosas ya descritas en los anteriores pasos.

Queda entonces claro que los tres primeros pasos son de aceptación, fe y entrega a ese ser superior independiente de cómo cada uno de nosotros lo concibamos; porque ya no hay otra salida real, salvo el diagnostico de una delicada enfermedad que lo lleve abruptamente ha tomar la decisión inmediata de dejar de beber.

Pero antes de que eso ocurra es determinante el aceptar que fuimos derrotados por la botella y que sufrimos las consecuencias funestas que se provenían del abuso del licor, que entre otras son: la pérdida de oportunidades laborales y de liderazgo, abandono del hogar, perdida de la familia, un hospital o la cárcel entre muchas otras.

El cuarto paso nos invita a que hagamos un inventario personal de nuestros defectos de carácter o también llamados pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza para determinar con cuales de ellos nos identificamos más.

El quinto paso, la historia de la humanidad esta llena de referencias frente al hecho que es costumbre el reconocer los defectos de uno mismo ante otra persona, en el sexto estuvimos dispuestos a que Dios nos liberase de ellos.

Ya ahora en el Séptimo paso recordemos lo que nos dice: “Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos”.

Ya a esta altura del programa, la reflexión que obliga enfrentar es honrar la humildad y utilizarla como la poderosa virtud que es y que nos permite enfrentar las adversidades, los infortunios, penas, fracasos y los daños colaterales de una vida alcohólica expresada principalmente en el orgullo y la soberbia los cuales terminaron siendo utilizados como una forma de vida.

Es entonces necesario reconocer humildemente cada día y cada vez que nos equivocamos para así proceder a perdonarnos, pero también pedir perdón a los afectados sean familiares, vecinos, amigos, conocidos y porque no aún a nuestros enemigos.

Si, porque cuando el enfermo alcohólico está cansado de jugar a sentirse todo poderoso, empieza a caminar por el sendero de la sobriedad, estudiando y practicando los doce pasos… es inevitable que se siga equivocando y vuelva a caer en el mismo error.

No cayendo en el error de volver a tomar, sino en la actitud con que enfrenta la vida diaria y que se manifiesta cuando y dependiendo del suceso ocurrido se llega nuevamente a sentir una inmensa alegría o entusiasmo desbordado o por el contrario le invade la angustia, el temor, el miedo, el rencor, la ira o la envidia.

Es ahí donde se debe de hacer una pausa, respirar profundo, algunos rezan su oración favorita, otros buscan un amuleto y humildemente le piden a ese ser superior los ilumine y les de equilibrio, templanza, paz y tranquilidad necesarios para seguir adelante y no caer de nuevo en la desesperación o extrema alegría que seguro, ahí si, lo llevará de nuevo a la bebida.

El enfermo alcohólico y como consecuencia de su amor por el licor ha desbordado todos sus instintos; y perdió de vista que la vida, como en una novela, está conformada por muchísimos capítulos o escenas, con la diferencia que no siempre se puede ser el protagonista y peor aún si se acomodó al papel de dios que todo lo sabe y todo lo intenta controlar, convirtiéndose en un ser que no admite el más mínimo cambio o sugerencia.

Entonces el séptimo paso es un llamado a que constantemente estemos cultivando la humildad, entendiéndola no como una falsa modestia, o hipocresía, donde agachamos la cabeza para aceptar todo lo bueno, regular o malo que nos suceda en la vida.

Todo lo contrario practicar la humildad es entender que siempre habrá personas más grandes y más pequeñas… y de paso saber reconocer la diferencia; además tratándolos y respetándolos por igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario