Para nadie es un secreto que
el principal teatro de operaciones de guerra
es el Departamento del Cauca… por muchas razones: topografía, clima, ubicación geoestratégica
para el asentamiento de santuarios donde se recluta, entrena y adoctrina, corredor
estratégico para movilizar tropas, abastecimiento y manejo de recursos de toda
índole, zonas de cultivo y procesamiento; en fin múltiples factores políticos, sociales
y culturales han facilitado para que ese sea uno de los territorios con mayor
presencia e influencia de las guerrillas.
Para desgracia de la nación,
desilusión de muchos, júbilo de algunos y apatía de pocos; desde el pasado
miércoles y jueves los diferentes medios de comunicación alcanzaron, cada uno con su historia, el
rating de sintonía con la dolorosa noticia que en la madrugada de ese miércoles
15 de abril, once (11) militares, juntos, cayeron bajo el fuego cruzado de las
Farc.
De inmediato las redes
sociales se vieron inundadas por comentarios en contra de las guerrillas, del proceso
de paz, de la mesa de negociaciones, del presidente; las caricaturas
ridiculizando no se hicieron esperar. Conclusión…Todos perdieron.
Las noticias en primera
plana, editoriales, columnistas, congresistas y periodistas aprovecharon el
clímax morboso, desde la oposición, para hacer protagonismo e intentar
demostrar que era una farsa y un fracaso lo que se discutía en la mesa de
negociaciones en la Habana – Cuba.
El Presidente de la República el economista Juan Manuel
Santos Calderón, presionado por los hechos y sus consecuencias no ocultaba su
desconcierto y ofuscación ordenó, reactivar, ataques por parte de la fuerza
aérea.
Los que hemos defendido la posición
que sin conflicto armado el país sería mucho mejor; seguimos insistiendo en esa
hipótesis; pero la noticia nos llevó a la indignación y la preocupación.
La experiencia nos ha enseñado
que independiente de si la noticia es nacional, el comentario personal o el
rumor es colectivo así sean buenos, regulares o malos; lo prudente es tomarse
un espacio investigar, confirmar y esperar que el tiempo - razonable - decante
los acontecimientos. Tal parece eso fue lo que ocurrió.
La noticia causó impacto por
cuanto los medios dejaron claro que el suceso había sido el resultado de una
emboscada - de madrugada - mientras los militares, en medio de la lluvia,
dormían y en total estado de indefensión.
Esa situación descrita llevó
al imaginario colectivo a concluir que era una acción cobarde y salvaje por
parte de un sector de las guerrillas que no deseaban la paz para seguir en el
multimillonario negocio de la guerra.
Días después y sin estar
totalmente decantada la noticia, tal parece - sin ser la versión oficial - no
fue un ataque rastrero de las guerrillas
sino un cruento combate que duró casi doce horas.
¿Quién miente? ¿Quien dice
la verdad? ¿Verdades a medias? Desde mi perspectiva, las respuestas poco sirven
para entender esos hechos circunstanciales.
Tampoco se trata de buscar
pretextos para justificar un hecho que nuevamente enluta a 11 humildes familias a
lo largo y ancho del país.
Las vidas sacrificadas en su
mayoría son de origen campesino que no han terminado su preparación académica ya
sea por falta de recursos o porque esa educación no significa, para sus
familias, una oportunidad.
Los hechos de la madrugada
del miércoles lo único que muestran; es una escena que se repite y tal vez se
siga repitiendo, cientos y cientos de
veces a lo largo de los últimos 50 y más años.
El mensaje que nos debe de
quedar claro es, que si bien es cierto existe un grupo de notables, varios
militares, conversando, negociando e insistiendo con los lideres de las
guerrillas en la búsqueda de un acto protocolario de la firma por la paz.
Ésta no llegará si no se
sientan las bases y por lo menos se le dé aplicabilidad a tres, de los cinco
temas propuestos en la agenda de negociaciones, y los ya “acordados” parcialmente
en la mesa: 1. Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma Rural integral; 2. Participación
en Política: Apertura democrática para construir la paz; y 4. Solución al problema
de las drogas ilícitas.
Mientras las conversaciones
sigan avanzando, eso esperamos todos los colombianos, debemos de tener claro,
que el confort de la Habana es diametralmente opuesto al teatro de guerra, con
cese unilateral o no, donde humildes colombianos - de ambos bandos - evitan el combate o se enfrentan en medio del hambre, el frío y el agotamiento físico y mental, lo
que en parte conlleva a la degradación de la guerra.
Otros insisten en que esa no
es la razón – de hecho hay muchas - fue la decisión errada del gobierno, en su
afán de avanzar y obtener resultados, haya “aflojado” en su estrategia de ofensiva militar.
Que las guerrillas han
violado, en repetidos periodos de tiempo, el acuerdo del cese unilateral de
hostilidades.
Que en ese centro poblado había
presencia, por razones de descanso, militar y hostigamiento a la guerrilla o desarrollando
operaciones antinarcóticos entre muchas otras variables.
Lo cierto es que los
protagonistas, de uno y otro grupo, son los únicos que pueden afirmar si el
episodio dió como resultado por hechos casuales o premeditados.
Que dejaron como balance 11 militares caídos,
aparentemente, en combate; todas son situaciones que bajo ningún pretexto tienen
justificación ante el derecho internacional humanitario y para los millones de
colombianos, de nacimiento y por adopción, que con anhelo siempre esperan
hechos de paz, perdón, reparación y reconciliación.
De otro lado, volviendo a
esos hechos, por cruel e irónico que parezca ningún político o mando - incluye
a las dos delegaciones -, desde fuera, podía evitar o controlar esa situación.
Finalmente lo anterior nos
lleva a concluir. Hay que seguir insistiendo en el proceso de paz. La opinión
pública, por fanatismo e ingenuidad, no debe caer en la trampa y el discurso
maniqueo de los enemigos de la paz.
Todo lo anterior me lleva a
recordar la frase de Joseph Goebbeis. Ministro de propaganda de Adolfo Hitler.
“Una Mentira repetida mil veces, se convierte en verdad”. ¿Quién dice la
verdad? Amanecerá y veremos.
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