Ya avanzada la actual
compaña por la Presidencia de la República y por supuesto tarde; el hoy congresista
Uribe fue el primero en reconocer y desandar su extravío, no por vocación, que
de la mano de la paz, y no de la sanguinaria guerra, era posible que Colombia construyera
el camino para alcanzar desde lo social; el crecimiento y la competitividad necesaria
para insertarnos, como nación, en la economía global.
Por razones de estrategia electoral
le siguieron el ritmo a Santos en la marcha, sin compas, los demás candidatos, sin seguir el orden de favorabilidad, y aún de lejos, sobre el tema se pronunciaron Zuluaga y Ramírez que representan, al
expresidente, en cuerpo ajeno.
Según las encuestas - de las
que poco me fío - de cerca, al Candidato
Presidente, se ubica a Peñalosa cuya principal propuesta es el urbanismo y la
educación vial para la Capital de la República ¿El resto del país qué? Sin
mencionar a los representantes de la izquierda que desde siempre han anhelado
la paz.
Es más, el reelegido
Presidente Santos, en materia de inversión
deberá alejarse del interés por las grandes capitales, para concentrarse, a
través de su nuevo Plan de Desarrollo, en la provincia; si desea mejorar los
indicadores de empleo – sin incluir el sector construcción – para lograr el aumento
en la demanda de bienes y servicios que es finalmente el principal motor de
cualquier sólida economía a nivel mundial…Solo entonces el esfuerzo se
concentrará en bienes para exportar.
La materialización de esa
sola iniciativa, la Paz, en manos no de Santos que sabe hacer la guerra, sino de
todos los colombianos que vamos a salir a votar; le aportaría por lo menos los próximos cien
años de prosperidad a nuestra atribulada nación.
Es tiempo ya que empecemos por
recordar una idea complementaria a esa iniciativa, que tal parece se quedó en
pañales, sobre la Cátedra por la Paz; siendo también nuestro deber reconocer
que no ha contado con el apoyo necesario y tal parece solo ha quedado relegada
al desapercibido espacio del Boletín del Consumidor.
Situación que nos lleva a
concluir que a pesar de ser una magnífica
idea, no ha tenido el verdadero
apoyo Institucional que se merece; solo limitado a un pequeño sostén (no
confundir con la delicada prenda de vestir de nuestras amadas damas) paternal y
caritativo - por no escribir político -.
Máxime por la transcendencia
que tendría, la aplicabilidad de esa cátedra, en el imaginario del colectivo joven que en la actualidad y por
incredulidad frente a la clase política tradicional, se rehúsa a participar
democráticamente con voz y con voto.
La idea de un Ministerio del
Postconflcto, el nombre es lo de menos, debe de ser más, vuelvo y lo repito,
que un conjunto de estrategias electorales; sino una valerosa iniciativa de
cambio radical en el statu quo, a la vez que enviaría un contundente mensaje a
la mesa de negociación en la Habana - Cuba y en general al grueso de las
guerrillas que por necesidad o conveniencia añoran la PAZ.
Éste nuevo Contrato Social
por La Paz, que empezó a caminar poco tiempo después de haber tomado posesión el hoy Presidente de los
Colombianos, debe de estar respaldado desde lo institucional por un ente
gubernamental – algo así como un supra ministerio - que lleve a la práctica lo
que se va a acordar en esa mesa de negociaciones.
El cual deberá tener la suficiente
autonomía para garantizar la efectividad en su gestión; además de recoger
competencias del Ministerio de Hacienda, el postconflcto requerirá de enormes
recursos financieros por lo menos el 5% de PIB Nacional; del Ministerio del
Interior y de Justicia para monitorear desde lo jurídico que lo acordado, por
las partes, se esté cumpliendo según la hoja de ruta planificada y haciendo
bien la tarea, además de servir como pasillo para estar en comunicación
permanente con el Congreso de la República y los Concejos Municipales; y del Ministerio
de Agricultura y Desarrollo Rural para garantizar el crecimiento y desarrollo equitativo, desde lo
social, del campo.
Para lograr lo anterior se
debe cumplir la primera y más corta fase
que es la aprobación, sin mezquindades
por las partes, de la agenda de cinco puntos esperando que pronto se acuerde el
cuarto y terminen por fin los años sabáticos de las guerrillas y den paso para que se le midan al debate, con altura,
democrático.
También debe de existir no
solo el verdadero compromiso del gobierno actual y de las guerrillas sino del Establecimiento
para así lograr encauzar al país por el
sendero de la justica social.
Finalmente ésta no es una
lucha entre el pretendido nuevo dogma Uribista y el Gobierno de Unidad
Nacional, es el esperado acuerdo entre todos los Colombianos que vivimos ya sea
en el campo o en la ciudad. Amanecerá y veremos.
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