sábado, 24 de noviembre de 2012

LOS DOCE PASOS DE ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS – SÉPTIMO PASO


“Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos”

Empecemos reflexionando y haciendo una pausa para darle gracias a Dios - como cada uno de nosotros lo conciba - por los nuevos días obsequiados a nuestra familia, amigos, vecinos, conocidos y a nosotros mismos pero en especial a todos aquellos que no son nuestros amigos.

Para comenzar es importante resaltar que no somos especialistas en el tema del Alcoholismo. Tan solo somos unas victimas, unos pocos entre millones de personas que sentimos y reconocimos la presencia, de ese implacable monstruo (el licor) que se nos manifiesta de mil maneras: soledad, miedo, rencor, agitación, depresión y la ansiedad entre muchas otras revelaciones.

Viéndonos acorralados, por las consecuencias de nuestros actos en lo personal, familiar y social, decidimos reconocer la derrota frente a la botella y con el apoyo de A.A. (Alcohólicos Anónimos)  con humildad lentamente emprendimos el camino de la recuperación física y sicológica.

Hoy procurando cultivar, día a día, el plano espiritual tan necesario para lograr en lo personal la paz y la tranquilidad, que siempre nos deben acompañar en especial en la adversidad, y contar con la fe suficiente para responder a cualquier trance o aprieto.

Para avanzar hacia - el séptimo paso - recordemos que los tres primeros son de aceptación, fe y entrega a ese ser superior independiente de cómo cada uno de nosotros lo conciba.

Porque, aparte de aceptar el programa de recuperación, solo hay tres posibles salidas: el diagnostico de una delicada enfermedad que lo lleve abruptamente a tomar la decisión inmediata de dejar la bebida (algunas veces siendo ya demasiado tarde), la cárcel o el cementerio.

Pero antes que eso ocurra es determinante el aceptar que fuimos derrotados por la botella y que sufrimos las consecuencias funestas que provenían del abuso del licor, que entre muchas otras son: la pérdida de oportunidades laborales y de liderazgo, la autoestima y la familia.

El cuarto paso nos invita a que, sin miedo, hagamos un inventario moral y personal de todos nuestros defectos de carácter: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza; y una vez reconocidos determinar con cuales de ellos nos identificamos más.

El quinto paso, es reconocer los defectos de uno mismo ante otra persona, y en el sexto estuvimos dispuestos a que Dios nos liberase de ellos.

A esta altura del programa, de lo que trata es honrar la humildad y lo que su práctica significa en el éxito para enfrentar las adversidades, los infortunios, las penas, los fracasos y los daños colaterales de una vida alcohólica donde el  orgullo y la soberbia eran una  forma de vida.

En esa pasada existencia alcohólica nunca se nos ocurrió basar nuestras vidas cotidianas en la honradez, la tolerancia y el respeto por nuestros semejantes, siempre, y muchas veces sin percatarnos, nos dedicamos a pisotear y humillar a los que nos rodeaban.

Ante tanto sufrimiento es ahora necesario reconocer, con humildad cada día y cada vez que nos equivoquemos para inmediatamente proceder a pedir perdón a los afectados; y finalmente perdonarnos en un acto individual de crecimiento personal y espiritual.

Con humildad y teniendo fe en un poder superior descubrimos que era necesario abandonar la creencia que solo con la fuerza y la inteligencia y creyendo solo en nosotros mismos eran los únicos requisitos necesarios para  triunfar en la vida….. y además atendiendo al refrán popular: “solo se llega rápido, pero acompañado se llega lejos”.

El séptimo paso es un llamado a que constantemente cultivemos la humildad entendiéndola, no como una falsa modestia o hipocresía donde es necesario  agachar la cabeza para aceptar todo lo bueno, regular o malo que nos suceda en la vida; como un cambio de actitud que nos permite salir de nosotros mismos (miedo egocéntrico) caminar hacia los demás y hacia Dios logrando la eliminación uno  a uno de nuestros defectos que de seguro nos servirá para desterrar la mortal obsesión de seguir bebiendo.

Finalmente practicar la humildad es entender que no tenemos la verdad revelada y que siempre habrá personas más grandes y más pequeñas… y de paso saber reconocer la diferencia; tratándolos y respetándolos por igual. Amanecerá y veremos.

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