“Humildemente
le pedimos que nos liberase de nuestros defectos”
Empecemos reflexionando y
haciendo una pausa para darle gracias a Dios - como cada uno de nosotros lo
conciba - por los nuevos días obsequiados a nuestra familia, amigos, vecinos,
conocidos y a nosotros mismos pero en especial a todos aquellos que no son
nuestros amigos.
Para comenzar es importante
resaltar que no somos especialistas en el tema del Alcoholismo. Tan solo somos unas
victimas, unos pocos entre millones de personas que sentimos y reconocimos la
presencia, de ese implacable monstruo (el licor) que se nos manifiesta de mil
maneras: soledad, miedo, rencor, agitación, depresión y la ansiedad entre
muchas otras revelaciones.
Viéndonos acorralados, por
las consecuencias de nuestros actos en lo personal, familiar y social, decidimos
reconocer la derrota frente a la botella y con el apoyo de A.A. (Alcohólicos Anónimos)
con humildad lentamente emprendimos el
camino de la recuperación física y sicológica.
Hoy procurando cultivar, día
a día, el plano espiritual tan necesario para lograr en lo personal la paz y la
tranquilidad, que siempre nos deben acompañar en especial en la adversidad, y contar
con la fe suficiente para responder a cualquier trance o aprieto.
Para avanzar hacia - el séptimo
paso - recordemos que los tres primeros son de aceptación, fe y entrega a ese
ser superior independiente de cómo cada uno de nosotros lo conciba.
Porque, aparte de aceptar el
programa de recuperación, solo hay tres posibles salidas: el diagnostico de una
delicada enfermedad que lo lleve abruptamente a tomar la decisión inmediata de
dejar la bebida (algunas veces siendo ya demasiado tarde), la cárcel o el
cementerio.
Pero antes que eso ocurra es
determinante el aceptar que fuimos derrotados por la botella y que sufrimos las
consecuencias funestas que provenían del abuso del licor, que entre muchas otras
son: la pérdida de oportunidades laborales y de liderazgo, la autoestima y la
familia.
El cuarto paso nos invita a
que, sin miedo, hagamos un inventario moral y personal de todos nuestros
defectos de carácter: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza;
y una vez reconocidos determinar con cuales de ellos nos identificamos más.
El quinto paso, es reconocer
los defectos de uno mismo ante otra persona, y en el sexto estuvimos dispuestos
a que Dios nos liberase de ellos.
A esta altura del programa, de
lo que trata es honrar la humildad y lo que su práctica significa en el éxito para
enfrentar las adversidades, los infortunios, las penas, los fracasos y los
daños colaterales de una vida alcohólica donde el orgullo y la soberbia eran una forma de vida.
En esa pasada existencia alcohólica
nunca se nos ocurrió basar nuestras vidas cotidianas en la honradez, la
tolerancia y el respeto por nuestros semejantes, siempre, y muchas veces sin
percatarnos, nos dedicamos a pisotear y humillar a los que nos rodeaban.
Ante tanto sufrimiento es ahora
necesario reconocer, con humildad cada día y cada vez que nos equivoquemos para
inmediatamente proceder a pedir perdón a los afectados; y finalmente perdonarnos
en un acto individual de crecimiento personal y espiritual.
Con humildad y teniendo fe
en un poder superior descubrimos que era necesario abandonar la creencia que
solo con la fuerza y la inteligencia y creyendo solo en nosotros mismos eran
los únicos requisitos necesarios para triunfar
en la vida….. y además atendiendo al refrán popular: “solo se llega rápido, pero acompañado se llega lejos”.
El séptimo paso es un
llamado a que constantemente cultivemos la humildad entendiéndola, no como una
falsa modestia o hipocresía donde es necesario
agachar la cabeza para aceptar todo lo bueno, regular o malo que nos
suceda en la vida; como un cambio de actitud que nos permite salir de nosotros
mismos (miedo egocéntrico) caminar hacia los demás y hacia Dios logrando la eliminación
uno a uno de nuestros defectos que de
seguro nos servirá para desterrar la mortal obsesión de seguir bebiendo.
Finalmente practicar la
humildad es entender que no tenemos la verdad revelada y que siempre habrá
personas más grandes y más pequeñas… y de paso saber reconocer la diferencia; tratándolos
y respetándolos por igual. Amanecerá y veremos.
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