domingo, 10 de abril de 2011

NO SEA… UN IDIOTA MÁS

Como sé que usted, adepto y desocupado lector, además de saberse muy inteligente, hace parte de la gran mayoría de los mortales que da rienda suelta a sus emociones guiado por las apariencias y por los comentarios de aquellos que piensan por usted; solo por eso, hoy le tengo algo para su reflexión.

Permítame, antes que lluevan rayos, *”¿&#!%!°¡]*#! y centellas, explicarle que lo que va a empezar a leer, tiene solo asidero en mi imaginación y que lo por relatar tiene poca ocasión en la realidad.

Si por alguna extraña razón, usted cree sentirse reflejado en alguno de estos hipotéticos personajes, tranquilo solo son hechos circunstanciales.

Entonces no se de tanta importancia en el sentido de pensar que cuando escribí pensé en usted, todo lo contrario usted no existe aquí.

Para empezar consultemos, en el Diccionario Esencial de la Lengua Española, lo que significa como adjetivo la palabra Idiota: Tonto o corto de entendimiento, o falto de toda instrucción.

Nadie duda que la Isla de Creta es la cuna de la civilización occidental, pero fue en Grecia donde se inventaron las polis, floreció el comercio, las ciencias, la filosofía pero en especial la política.

Eran los antiguos griegos amantes de los grandes banquetes de los dioses y del lecho ardiente de las diosas las que solo abandonaban temporalmente cuando se dedicaban a la política y narran en sus escritos que a quien no se metía en política le llamaron idiotés.

Si, del latín idiota y del griego idiotés, una palabra que significaba persona aislada, sin nada que ofrecer a los demás, obsesionada por las pequeñeces de la casa y manipulada a fin de cuentas por los demás; de esa antigua palabreja griega deriva nuestro idiota actual.

Del trastorno congénito nada que ver, pero para el caso que hoy me ocupa; no es más que un estado de ánimo generalizado en la población apta para votar y que con el transcurrir del tiempo se ha convertido en una forma silenciosa de reprochar la errónea forma tradicional de ejercer la política.

Son muchos los que intentan entender el porque del abstencionismo (60%) que se registra en la ciudad de Cartago en el Norte del Valle y en general en toda la nación, tema que cobra nuevamente actualidad frente a las próximas elecciones donde saldremos muy temprano a votar por Concejales, Alcalde, Diputados y Gobernador.

Ese anterior porcentaje, significa que de las potenciales 100.000 personas aptas para votar en nuestra ciudad, casi 60.000 no lo hacen por diversas razones y muchos inclusive nunca lo han hecho; entonces la pregunta que surge es ¿Por qué el ciudadano del común, que es la inmensa mayoría, no sale a elegir sus representantes y a su gobernante?

¿Por qué dejamos que solo un poco más de un tercio de ese censo electoral, decida el destino de la población vulnerable, de nuestra familia, mujeres, hijos y de nosotros mismos?

Por qué permitimos que un puñado de “elegidos” sigan atornillados en las mismas curules y que por décadas no hayan traído siquiera la primera piedra para construir, al menos una gran obra que trascienda y los haga trascender con orgullo en la memoria colectiva de nuestra ciudad.

Tengo que admitir que a pesar de conocer solo algunas respuestas, me atreví a tocar el tema con diversas personas de diferentes edades, para confirmar una vez más que en general no estaba equivocado, pero que existen otras verdades y que todos tienen la razón.

Concluyo igualmente, que para el futuro que nos espera si es que anhelamos bienestar, esas no son razones suficientes para continuar en el mismo estado de cosas… los mismos con las mismas y en la misma; esperando que en las próximas elecciones haya un despertar en la conciencia colectiva, en el sentido que eligiendo con criterio es la única forma de encontrar el crecimiento y desarrollo sostenible para nuestra ciudad norte vallecaucana.

Volviendo a las razones que guían la apatía electoral, increíblemente me he encontrado con una que no estaba en las estadísticas, y es el miedo escénico de salir a votar.

Confirmado… al humilde ciudadano del común le da pánico acercarse solo a una mesa de votación y enfrentar 6 desconocidos, algunos con cara de gendarmes. Parecido debe ser abordar solo y por primera vez un avión viejo.

Mas allá del problema de autoestima, está la cruda realidad de la imagen que se tiene del político en el imaginario colectivo, el cual es visto como un personaje cínico, sagaz, astuto y manipulador que miente hasta dormido.

Adicionalmente es la imagen que retienen las nuevas generaciones que intentan entender la cosa pública y se asombran cuando de la noche a la mañana ciudadanos del común pasan repentinamente sin ninguna iniciación, ni preparación, ni recorrido… a ser políticos, sentirse dirigentes políticos y sin la mas mínima experiencia asumir los riesgos de hacer política como en las ligas mayores.

Es ahí entonces cuando queda claro que el tiempo de hacer política tiene mayor extensión, y mejor llegar a ser Alcalde sin ser político pues se necesitan más tecnócratas que burócratas.

Entonces no solo basta el deslumbramiento del reinado de ahora y de los réditos de toda índole que en un periodo más largo les representen a los que demuestren ser buenos dirigentes.

Porque para serlo no se necesita el impacto mediático del protagonismo, ni el andar metidos en el ojo del huracán, sin necesidad de estar ahí; y solo por alimentar egos y súper-egos.

Hay que saber entender que la prudencia y el tiempo que lo decanta todo son los mejores consejeros, porque finalmente por sus obras los conoceréis.

Todo lo contrario… las mentes humildes, aún desde esa posición entienden fácilmente cuando en el dirigente, a través de un gesto o de una mirada, hay sensibilidad social; y cuando solo quieren aprovecharse de ellos utilizándolos para escalar rápidamente posiciones políticas y sociales. Que generalmente tardan tiempo en ganarse.

Ocurre muchas veces que un buen candidato y con una buena propuesta, que requiere de la voluntad de muchos otros, sus intenciones pueden dar al traste y muchas veces fracasa en su propósito, debido al juego sucio de los contrarios, donde lo único que se busca es desacreditarlo utilizando diferentes artimañas y de esta manera influir en el mal llamado voto de opinión, que guiado por la falta de criterio se abstiene de elegir escogiendo la salida mas fácil, no saliendo a votar.

Donde el peor estadio al que se llegar es que se termine pensando, como toda la gente corriente, que no se puede hacer nada para cambiar las cosas, porque siempre tienen la última palabra los tres mosqueteros (finalmente son cuatro) que están arriba.

Por ello, el día de hoy es un llamado para que dejemos de ser idiotas, ya es tiempo de volver a acercarnos a las urnas y votar por el que mejor Programa de Gobierno tenga.

Seguros debemos de estar que hay muy buenas y aterrizadas propuestas; vote el miedo, acompáñese y salga a votar por aquel candidato que se comprometa mediante actos públicos, al menos con una sola gran obra, que abra las puertas del bienestar y una mejor calidad de vida para los Cartagüeños y Norte Vallecaucanos. Amanecerá y veremos.

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