domingo, 21 de noviembre de 2010

LA EDUCACIÓN VERSUS LA POBREZA

Por estos días en el Municipio de Cartago, en el Norte del Valle, se pueden contar por cientos el numero de estudiantes que terminan su ciclo de estudios en básica secundaria o media; para la mayoría de padres de familia este evento es un orgullo, el ver que su hijo(a) haya terminado ese ciclo educativo; hasta fiesta y/o paseo a la costa obtienen como premio los felices bachilleres, muchos se deshacen de libros y cuadernos al sentir que ha terminado su epopeya.

En cierta medida es un pequeño triunfo… por aquello de que “mal de muchos consuelo de tontos”; por cuanto las estadísticas que maneja el Ministerio de Educación Nacional indican que de cada 100 niños (mayores de 5 años) que ingresan a estudiar en las ciudades, 20 no terminan su bachillerato, y lo más preocupante se presenta en el sector rural donde 50 abandonan temprano las aulas y nunca vuelven a estudiar en lo que resta de sus vidas; engrosando de esta manera esa gran masa de mano de obra que lo único que puede ofrecer es la fuerza de sus pies y manos.

Hoy no se analizarán las causas de la deserción escolar, que de por si ya es un dato alarmante, pues ahí nace, anida y se perpetua la pobreza, cuya principal expresión es el desempleo y la inseguridad, que camina tan lento que la miseria la alcanza; este es un primer circulo vicioso.

Hoy nos detendremos a reflexionar un poco sobre el “futuro” de los estudiantes que logran terminar ese primer ciclo educativo, el bachillerato.
Empecemos por mencionar que existe una evaluación internacional estandarizada que se aplica al alumno de 15 años denominada prueba PISA, donde en el 2009 participaron 57 países, ocupando Colombia el deshonroso puesto 53; dicho proyecto evalúa el rendimiento del bachiller en tres competencias básicas lectura, matemáticas y ciencias.

Dicha evaluación internacional deja muy mal parado a nuestro Sistema Educativo en lo concerniente a la educación básica y media; lo anterior significa que ese estudiante o grupo de estudiantes colombianos que fueron selectivamente evaluados en esas materias, demostraron que son de los que menos conocimientos y habilidades tienen en esas tres áreas.

Los resultados indican que al estudiante (bachiller) colombiano de 15 años se le dificulta calcular, leer y escribir; conclusión ese bachiller va a tener muchas dificultades para comunicarse e insertarse con su entorno social y económico; lo que significa que las probabilidades de mejorar su calidad de vida son muy limitadas y tendrá muchos tropiezos.

Lo más grave aún esta por verse y es que dichas pruebas se hacen sobre muestreos aleatorios y representativos en colegios de las principales ciudades del país, lo que significa que es posible que el problema sea más grave en la provincia.

Como si fuera poco y si a esto le aunamos que el 80% de los colegios les va mal (se rajan) en las pruebas del Icfes; entonces tendríamos que alarmarnos todos los padres de familia frente ha cual es el tipo de educación que están recibiendo nuestros hijos.

Si aún no me cree usted desconfiado, atento y respetado lector; entonces haga usted mismo esa prueba en su casa con su hijo de 15 años… póngalo a sumar, restar, multiplicar y dividir; entréguele un texto y pídale que lo lea en voz alta (verifique como lee de corrido y si utiliza la puntuación adecuada) luego pídale que le explique qué entendió y que le de una opinión al respecto. Le aseguro que se sorprenderá, entonces evalué y juzgue la calidad de la educación que su hijo (a) recibió durante los últimos 15 años.
Lo anterior obviamente significa que algo esta fallando… ¿Será el modelo educativo, el colegio, el profesor, el padre de familia, el alumno, o todas las anteriores?

Aunque la problemática es bien compleja y todos nosotros hacemos parte de ella, hoy revisaré rápidamente dos responsables el padre de familia y el profesor.

Empezaré por el que según mi criterio, carga con la mayor responsabilidad y que irónicamente es el que paga los gastos educativos, estoy señalando al padre de familia por la actitud de distanciamiento que la mayoría de nosotros tenemos frente al seguimiento a la educación que se le imparte a nuestros hijos.

La pregunta es la siguiente, ¿cuantos de nosotros le dedicamos siquiera media hora todos los días y nos sentamos a revisar o a motivar para que nuestros hijos hagan las tareas en la etapa preescolar?... ¿Cuantos de nosotros nos quejamos porque al “niño (a)” le están colocando demasiadas tareas en el colegio?

Lo anterior significa que nuestros hijos empezaron solos y de manera traumática (llena de temores) a enfrentar el proceso educativo, debiendo ser una agradable experiencia acompañada de la mano del padre de familia donde el niño aprende divirtiéndose y se enamora del saber estudiar.

El otro responsable es el Colegio, éste debe asegurar que se cumpla esa visión institucional, en el que se haga realidad ese “saber enseñar” donde existan unas estrategias claramente dirigidas a potenciar y administrar ese talento humano que es el docente, motivarlo para que se prepare cada día más en los innovadores procesos educativos.

Al profesor no se le debe de pagar solamente dependiendo de sus conocimientos o especializaciones, sino mediante la medición del desempeño de los mismos y de la vocación que demuestre por su profesión; al profesor hay que medirlo por su puntualidad, la entrega, su capacidad comunicativa y el ejemplo en sus actos.

Los colegios deben salirse de ese esquema mercantilista de solo ver cumplida su misión, cuando generan empleo y pagan salarios por el solo acatamiento de un horario o por el cumplimiento de una cuota burocratica; el control del desempeño y la medición del cumplimiento de los objetivos por áreas deben ser las tareas primordiales a seguir por parte del colegio como institución educativa.

El actual modelo educativo tiene un complejo sistema de indicadores de evaluación tanto para los docentes como para los alumnos, pero de esto nada se aplica, parece que existiera un contubernio o una macabra alianza entre evaluadores y evaluados en dejar que las cosas sigan funcionando como se ha hecho durante los últimos 50 años. Donde se impone el…. “Dejar hacer, dejar pasar…”

Entonces surge la pregunta final. ¿Cuál es el futuro de los bachilleres del Municipio de Cartago y del Norte del Valle? Donde la realidad nacional y frente a las pruebas internacionales fallamos en matemáticas, en redacción, comprensión de lectura, tenemos pésima ortografía, etcétera. La triste conclusión es que en lo local, salvo algunas excepciones, somos un fracaso en materia educativa.

Esto significa que ésta descendencia que estamos formando es incapaz de evaluar críticamente lo que le esta sucediendo, carece de una estructura mental que le permita enfrentar el cambio, la innovación, romper paradigmas; entonces se ve irremediablemente condenada a repetir década tras década la misma historia, reproduciendo el circulo de la pobreza; donde generación tras generación los pobres cada vez son más pobres y donde inclusive algunos ricos ya no lo son.

Siempre nos quejamos que gran parte de los problemas de nuestra ciudad obedecen a que carecemos de una verdadera cultura ciudadana, pero se nos olvida que tenemos malos bachilleres, malos padres de familia, malos profesores, malos colegios, malas universidades, malos profesionales…Pero no se preocupen…. se avecinan nuevas elecciones.

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