Que la mayoría de la
población haya sido indiferente a ese momento histórico, tiene un altísimo
precio para ser valorado desde los deberes y los derechos de cada uno de esos
impasibles ciudadanos y que buscaba refrendar un acuerdo, a todas luces “imposible
de ser perfecto”, de paz; que, de serlo, solo beneficiaria a un bando en
discusión.
Algunos dicen que esa frustración,
no creer en acuerdos, tiene su origen en junio de 1953 y después de 5 años donde
el país estuvo en manos de una junta militar (hasta agosto 1958).
Le siguieron los gobiernos
que hicieron parte del llamado frente nacional (Agosto de 1958/1974) cargados
de hechos históricos - golpes de estado, presidentes de facto y asamblea constituyente - con las posteriores
consecuencias de desigualdad. ¿Tendrá justificación esa frustración? ¿Aún viven
anclados en un pasado que ya no les pertenece?
Tan importante era y con
mayor razón es, ahora, para el país; y más allá de los resultados del Si y el
NO, que de hecho se había convertido en el propósito - unos mas sinceros que
otros - de los últimos 7 (siete) presidentes la mayoría durante el siglo pasado
y 9 (nueve) gobiernos a la fecha.
Debe de estar muy claro en
el imaginario colectivo, que es sin duda una oportunidad, tal vez irrepetible, de
seguir insistiendo con el cese al fuego, como garantía para seguir revisando y
ajustando, algunas partes, de lo ya acordado.
Para de esta manera todos nos
encaminemos como nación, hacia una verdadera paz estable y duradera; pero lo
más importante…Sin más victimas que sumar a la escalofriante cifra de muertes,
desapariciones y desplazamientos.
Eso es lo que, hoy, debe de estar
llamando a la reflexión de esos colombianos, y a la comunidad internacional, que
seguramente se pregunta cuales son las salidas para volver al camino correcto
después de semejante ligereza.
Resultado solo comparable -
guardada la proporción y los intereses de por medio - a lo también recientemente
sucedido con los ingleses frente al Brexit / Gran Bretaña fuera de la Unión Europea.
De hecho, en ambos casos, casi
nadie en especial los jóvenes imaginaron
las consecuencias en el mediano y largo plazo; solo en el corto se observaron
como se tambalearon las principales bolsas de valores con influencia a nivel
mundial; algo similar sucedió con el dólar en lo nacional.
Al punto que la misma
realeza británica, actualmente, hace lobby en los diferentes países para bajar
la tensión y llamar a la prudencia en el futuro manejo de las relaciones
comerciales con ellos y la zona euro.
La razón que exponen los
jóvenes ingleses – frente al monumental desplante y en entendida situación
están nuestros jóvenes colombianos – fue que no estuvieron bien informados sobre
lo que pusieron en juego, al no salir a votar, creando incertidumbre frente al crecimiento
económico y la generación de más empleo, hecho igual de valido para el país, a
lo que hay que sumarle la fragilidad de la existente paz.
Lo cierto es que, para el
caso que nos ocupa hoy, fueron esos jóvenes y adultos jóvenes, esa inmensa
mayoría del 62%, que se negó esa oportunidad de decidir la suerte de un poco más
de 48 millones de almas.
La razón que pueden
esgrimir, y para abreviar, es que desconfían
o en el peor de los casos, repudian la forma como algunos políticos anteponen sus intereses personales y solo para satisfacer
la necesidad de poder; despreciando el
sentir de toda una comunidad en gran parte vulnerable y una clase media que
soporta todo el peso de una mala distribución del ingreso; en otras palabras
dejan que los demás decidan por ellos.
Los que votaron por el NO “presumimos”
lo hicieron con criterio propio guiados por el desarrollado sentido crítico y
de pertenencia por un mejor país; posición que seguramente lo determinó el
nivel educativo alcanzado, la condición socioeconómica y la no indiferencia
frente a una sociedad que busca desarmar los espíritus guerreristas y anhela
una paz estable y duradera.
Los que votaron por el SI; lo
hicieron pensando especialmente en las victimas, o mejor con la esperanza de no
sacrificar más vidas humanas, la mayoría
inocentes, y en la posibilidad que una vez terminada la guerra esos inmensos
recursos poder destinarlos para la infraestructura, la inversión productiva y
social.
En todos los casos y con la
esperanza que dentro de 20 años la historia nos juzgará, ya no como ingenuos fatuos,
sino como un pueblo sensato que corrigió a tiempo regresando al correcto camino que nos alejó de la desesperanza y nos permitió abrazar una paz estable
y duradera.
Regresando a los resultados
del plebiscito; y frente a esa nueva realidad, hay que reconocerlo, lo que hoy esta
sucediendo nos llena de incertidumbre sobre el futuro de una sociedad que
premia el machismo, egocentrismo, la exclusión y el populismo.
Este último simulado mensaje
que propone desarrollar políticas públicas que defiendan los intereses
políticos y económicos de los más pobres y vulnerables.
Ahora es claro el hecho que
la esperanza se centra en que funcione el multimencionado acuerdo nacional y
partidista; y que ya todos en la mesa, los representantes de los gremios, los
industriales, los partidos y las guerrillas ajusten los puntos neurálgicos
acordados para que se le dé aplicabilidad a un nuevo acuerdo final.
Frente esa posibilidad, nos
negamos a creer que paralelamente exista la posición infame del expresidente
Uribe de dilatar el proceso hasta las elecciones de 2018 con el único propósito de satisfacer
intereses mezquinos, para seguir manipulando conciencias con el único propósito
de retomar el poder y seguir haciendo justicia con sus propias manos y legitimadas
desde el Estado.
Reconocemos también que
nunca fue fácil negociar con unas arrogantes guerrillas que solo pidieron
perdón, utilizando sus propios tiempos, y en medio del protocolario discurso
final; entendemos que es larga la lista de perdones, de parte y parte, para el
descanso espiritual de los familiares de
miles de victimas directas del conflicto.
Reconocemos las salidas en
falso de algunos funcionarios públicos en su deseo de protagonismo que exacerbaron
los espíritus, no sacrílegos, de los defensores a ultranza de la moral y las
buenas costumbres.
Sin perder de vista, los
exabruptos de algunos primarios jefes guerrilleros que en su absoluta
ignorancia sobre la esencia de lo acordado; pretendieron hacer protagonismo – los
que nunca debieran haber estado allí – para intentar aparecer como victimas; y
como si fuera poco el yerro, asumiendo actitudes victoriosas que lo único que
hicieron fue alimentar el desprecio, en el imaginario colectivo, dado que tanto
conocen de esos crímenes de guerra. Falto prudencia y se excedió en arrogancia.
También reconocemos que no
fue fácil para los delegados del gobierno en la mesa de negociaciones, aceptar
los inamovibles planteados por las guerrillas; esas delirantes posiciones deben
de pasar por un nuevo rasero, teniendo muy presente de no mirar la paja en el
ojo ajeno, ignorando la viga que está en el tuyo.
Hoy, como en el pasado,
reconocemos que el acuerdo no es ni será perfecto, pero para avanzar
rápidamente y eficazmente se debe tener en la cuenta que las nuevas propuestas
que deberán llevar la luz suficiente…De
tal forma que no sea tanta que queme al “santo” ni tan poca que no lo alumbre.
Estos consideramos, que
busquen el consenso, son los temas que se deben tratar con los pies en la
tierra y sin que haya borrón y cuenta nueva, pero sobre todo sin arrogancia e
hipocresía y buscando el equilibrio de cada una de las partes a saber:
Entre muchos otros temas se
deberá revisar la reparación de las
victimas y la entrega de los bienes adquiridos, pagar la pena con trabajo
agrícola en empresas cooperativas,
libertad restringida y en sitios claramente determinados por parte todos
los involucrados y responsables de actos de barbarie.
Uno de los temas que más
molesta es la aplicabilidad de la justicia transicional frente a la justicia
ordinaria, ahí habría que lograr un consenso para que las dos funcionen según
lo amerite el caso y con el alcance no
solo a guerrillas y militares, sino a otros actores armados así como a
ciudadanos, empresarios y ex-presidentes.
Para terminar cito las
palabras del Presidente, el economista, Juan Manuel Santos Calderón. “Vamos a
lograrlo, vamos a lograr terminar para siempre con la violencia, el retorno de
los desplazados a sus hogares, la oportunidad de que, como lo reconocen todos,
con un país en paz el progreso, el desarrollo, el empleo lleguen a todos los
colombianos. No podemos perder esa oportunidad” Tomado del Diario el País de
Cali. Amanecerá y veremos.
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