sábado, 1 de octubre de 2016

EL PLEBISCITO – SI A UN NUEVO PAÍS

Los que tomamos la decisión de votar SI creemos en la certeza de construir un nuevo país pleno de esperanza y nuevas oportunidades.

Y lo hicimos, no porque el acuerdo final fuera perfecto; de hecho la perfección no existe; solo existen los ególatras perfeccionistas.

El acuerdo es  realizable - de hecho es largo el camino para implementarlo – porque desde el inicio se escuchó a la contraparte y con el tiempo (casi 4 años) se fueron ajustando los requerimientos de las partes que le apuntaban al bien común para casi de 50 millones de colombianos.

En esencia interpretó lo que la sociedad exigía era salvar vidas humanas, el desarme de las guerrillas, la oportunidad para que los familiares de las víctimas hicieran su catarsis y por fin cerraran el duelo ocasionado por la pérdida injusta de sus seres queridos.

La terminación del conflicto armado también empezó con el esperado gesto de pedir perdón por parte de las guerrillas a las víctimas, con ese perdón, seguramente se les hizo más liviana su carga expresada a través del cansancio fisco y moral por los errores cometidos, deberá seguir el desarme, la desmovilización y el desarrollo de una nueva etapa con la apertura democrática que significa la participación en política por parte de aquellos grupos alzados en armas, que hoy buscan escenarios políticos para defender unos derechos constitucionalmente adquiridos desde 1991 ya no por la vía de las armas sino a través del debate de ideas.

Vamos a votar, favorablemente, porque entendimos el horror la guerra, la que se ensañó con los más pobres del campo: pueblos enteros, centros poblados, corregimientos o veredas; donde la muerte y la desolación se asentó en la población más vulnerable.

A pesar de todo ese derramamiento de sangre, destrucción y atraso político, económico y social; era lánguido el balance final que indicaba - ya en tiempos del gobierno de Uribe – que muy lejos estaba la fecha y la oportunidad, desde lo militar, de garantizar la derrota y el sometimiento total de las guerrillas. ¿Qué le cuesta anhelar, pedir y dar los pasos necesarios para alcanzar la  paz y la prosperidad para todos?

Ahora es absurdo determinar quiénes fueron los triunfadores o los vencidos; en un país por fortuna o por desgracia polarizado, siempre gana por el simple hecho de salvar vidas y las partes acogerse a los protocolos de la justicia transicional la que determinará, según sea cada caso, midiendo con el mismo rasero los “pecaditos” de todos; salvo se diga la verdad, repare y se comprometa a la no repetición.

También ganaron las víctimas porque se las reconocieron como tales, y van a recibir el trato que reclamaban y se merecían.

Ganan las guerrillas, cuando abandonaron su soberbia y piden perdón por el dolor causado a las familias de las víctimas.

Se abre entonces la esperanza, para que se rompa el circulo vicioso de la violencia, que engendraba más muerte y destrucción, cuando la población inerme tenía como único albedrío el abandonar sus tierras para salvar sus vidas.

Ya por fuera de su hábitat,  y como cruel pago, y sin recursos pasaban a aumentar las estadísticas como desplazados y haciendo parte de los cinturones de miseria de las grandes, intermedias y pequeños ciudades y pueblos a lo largo y ancho del país; el resultado, como siempre, es el aumento del desempleo y la inseguridad.

Gana la patria ya que es el tiempo de recorrer un nuevo camino, diferente al de la guerra, por tal razón queda evidente que es la última gran  oportunidad para que la patria, por fin, empiece a cerrar brechas en educación, salud, vivienda, agua potable, empleo y atención a la población vulnerable.

Con estos propósitos se empieza a mejorar la calidad de vida de cientos de miles  de colombianos; que veía como la guerra solo traía muerte, atraso y desolación.

Con el fin de la guerra esos cuantiosos recursos, más de $55 mil millones de pesos por día; se destinarán para crear las condiciones necesarias que permitan generar crecimiento y desarrollo sostenible con responsabilidad social y ambiental; sin perder de vista que la seguridad ciudadana es obligación de todos.

Para lograrlo es necesario trabajar duro en la construcción de un nuevo sentido común, es decir lograr crear nuevas ideas y conceptos; abandonar el escepticismo de poder cambiar las reglas de juego de un establecimiento corrupto, de hacernos responsables de nuestras propias decisiones, respetarnos como seres humanos, actuar con criterio y jugar limpio en la búsqueda de bienestar para todos.


Lo anterior se logrará, en una segunda fase, cuando empecemos a mejorar la educación de nuestros hijos desde los hogares; ya que la paz, anida en los corazones y empieza por casa; la prosperidad llegará, como recompensa, por el esfuerzo realizado.  Amanecerá y veremos.  

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