sábado, 16 de julio de 2016

LA NEGATIVA DE URIBE Y EL PLEBISCITO

Para fortuna del país económico y social - porqué no también del político, ya que finalmente la que triunfa es la democracia - es muy probable que la tan anhelada firma del acuerdo final para la PAZ  se de  a mediados del mes de agosto; de ser así, lo que se espera será una realidad, en el mes de septiembre el pueblo colombiano apoyará el plebiscito refrendando lo pactado en ese acuerdo.

Con ese esperanzador panorama no podemos distraernos en temas diferentes, ya habrá tiempo - si Dios lo permite - para otros temas, locales, pendientes; hoy centraremos la atención en la carta, de hace ya casi ocho (8) días, que el presidente, el economista, Juan Manuel Santos Calderón le envió al precedente; el Expresidente y Senador, el abogado, Álvaro Uribe Vélez.

Antes de abordar el asunto que nos ocupa hoy; debo de compartir, con usted atento y respetado lector, que al igual que muchos colombianos que lo siguieron, en el pasado, reconocen en Uribe la tenacidad, su espíritu de lucha sin cuartel; que lo convierte en un ser ególatra que no se detiene ante nada que vaya en contra de sus propósitos, ideales e intereses personales; al punto que hace como propio aquello que para él… “el fin justifica los medios”.

Si bien es cierto, hoy, la percepción es bien diferente; debo reconocer que durante la larga campaña, que en el 2002 lo llevó a la Presidencia de la República,  me llamó la atención su carisma y sus planteamientos alrededor de la seguridad democrática - medidas que luego de seis (6) años se convirtieron en un formidable monstruo de mil cabezas – que de la mano de la corrupción institucional y en todas sus expresiones; terminó  mutando y cambiando de piel para convertirse en una enorme maquinaria de muerte, martirio y desolación en el campo, veredas y centros poblados así como en pequeños pueblos a lo largo y ancho del país.

Es decir fue un conflicto armado desconocido, en sus consecuencias, en casi todas las ciudades que usted y yo conocemos y en la que hemos vivido gran parte de nuestras vidas; es decir de ese horror, por fortuna, no conocemos.

En lo personal esa “devoción” vió su fin, cuando a finales del 2008 estalla el escándalo de los falsos positivos; que no eran otra cosa que asesinatos de humildes campesinos o desempleados, algunos en situación de discapacidad, cuyo único objetivo era presentarlos como caídos en combate; es decir como trofeos de guerra y que garantizaban recompensas y ascensos.

Lo cierto es que la cruda realidad y desde lo judicial no eran otra cosa que ejecuciones extrajudiciales u homicidios en persona protegida; actuaciones que de manera flagrante violaban los DD.HH y los protocolos del DIH.

Frente a semejante holocausto criollo, hasta ahí llegó el encanto; el problema es que hoy, ocho años después, cientos de jóvenes (en esa época entre 10 y 14 años) y adultos; tienen, según ellos, fincadas razones para defender el dogma Uribista, apoyando y promoviendo, sin entender, una nueva fase de la guerra.

Los primeros tal vez por el desconocimiento de esa historia tenebrosa y para desgracia del país, ignoran que no son solo las victimas - suman ocho (8) millones -  sino los múltiples escándalos durante ese gobierno (2002-2010) citemos algunos ejemplos: la certificación oficial y extraoficial de la mega-minería, la reforma constitucional (diciembre de 2004) y la compra de congresistas para que votaran favorablemente la reelección de Uribe en el 2006.

Maquinaciones que finalmente cambiaron la vida política del país favoreciendo la corrupción en todos los ámbitos de la vida nacional.

Sin perder de vista la creación de las cooperativas convivir y en el largo plazo y como consecuencia de lo anterior, el auge de la parapolítica, también hizo noticia los enormes recursos del agro ingreso seguro destinados inicialmente para los pequeños productores agrícolas que fueron desviados hacia los grandes empresarios y propietarios de la tierra.

Para consolidar el poder se da la interceptación ilegal de llamadas a jueces, magistrados, empresarios, políticos, académicos y en general al ciudadano del común señalado como sospechoso, la entrega de tierras a falsos desplazados, amenazas y ataque a sindicalistas y el desplazamiento forzado, para apropiarse de esas tierras por parte de los actores del conflicto; entre muchos otros episodios de la vida nacional.

Los segundos, los mayorcitos de edad, lo apoyan porque le deben muchos favores como por ejemplo: ganaderos, grandes agricultores, empresarios y comerciantes; muchos sin importarles el partido de origen y por supuesto los militantes de la extrema derecha que entienden que el caos (paros para el desabastecimiento y la especulación) y la guerra son los mejores “negocios” para prosperar.

En este orden de ideas…La propuesta, del pasado 10 de julio, que Uribe rechazó tiene varias lecturas: entre otras el hecho, que resulta para él frustrante, el haber pretendido hacer lo mismo - incluso, tal parece, haciendo mayores concesiones - y haber fracasado, muchas veces, en el intento.    

La esperada e inmediata reacción de Uribe frente a la propuesta (del presidente) de innegable impacto nacional, es totalmente contraria a “su paz” con condiciones.

No ha entendido que la paz es de todos los colombianos y que va a ser refrendada en el plebiscito; con mayor apremio por la población ubicada en los estratos 0,1,2 y 3 la inmensa mayoría .

Esa negativa deja ver un problema personal con Santos; no solo porque según Uribe se apropió de su idea de reconciliación; sino que lo tilda de traidor porque no se convirtió en su títere, y en su soterrada intención de seguir gobernando en cuerpo ajeno durante ocho años más.

Le dolió en el alma, la posición clara del Presidente Santos de lo que iba ha hacer en su mandato con la primera señal y en la conformación de su gabinete ministerial en el 2010; quedando claro que el hoy expresidente y senador Uribe Vélez, le había tomado mal la medida, no de sus ambiciones sino de su talante, al hoy gobernante de los colombianos.

Ese no de Uribe, lo hace ver a los ojos de los colombianos y frente al plebiscito, como en ser arrogante, rencoroso, guerrerista y obstinado frente a una realidad que se le vino encima y es el hecho que el país social esta harto de la larga guerra y solo desea la paz, el progreso y el bienestar.

Una paz que no depende de si el actual presidente es bueno, regular o malo; según mi criterio y desde lo económico y social -por aquello de la apuesta a la paz- hasta la fecha ha sido un buen gobierno.

La patria no puede vivir de actos heroicos, de utopías o de dogmas inamovibles que tarde que temprano conducirían a una nueva forma de dictadura con ropaje constitucional y democrático.

Con su radical posición Uribe dejó claro que no le interesa un país con un mejor futuro, más seguro y más prospero.

No obstante lo anterior muchos guardamos la esperanza, que el expresidente Uribe, por lo menos, entienda que de nada le ha valido radicalizar su posición dogmática, que si bien es cierto es un político carismático, un pueblo alejado de sus esperanzas terminará de nuevo en la rebelión.

Finalmente no pierda de vista que los enormes problemas en la educación, el caos de salud, el tema agrario, la minería ilegal, el contrabando, el atraso en la infraestructura vial, la ausencia de proyectos logísticos, el poco desarrollo de las vías férreas, las escasas garantías laborales como eliminación de horas extras y festivos se lo debemos a usted señor expresidente Uribe.

La única conclusión que nos queda frente a su arrogante independencia crítica es que definitivamente, usted señor expresidente Uribe,  le tiene pánico a la paz.


Estas y muchas más razones hay que tenerlas en la cuenta al momento de apoyar el plebiscito; en todos los casos la negativa de Uribe le abrió el camino a la PAZ a través del Si al plebiscito. Amanecerá y veremos.     

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