Para fortuna del país económico
y social - porqué no también del político, ya que finalmente la que triunfa es la
democracia - es muy probable que la tan anhelada firma del acuerdo final para la
PAZ se de a mediados del mes de agosto; de ser así, lo
que se espera será una realidad, en el mes de septiembre el pueblo colombiano
apoyará el plebiscito refrendando lo pactado en ese acuerdo.
Con ese esperanzador
panorama no podemos distraernos en temas diferentes, ya habrá tiempo - si Dios
lo permite - para otros temas, locales, pendientes; hoy centraremos la atención en la carta, de hace ya
casi ocho (8) días, que el presidente, el economista, Juan Manuel Santos
Calderón le envió al precedente; el Expresidente y Senador, el abogado,
Álvaro Uribe Vélez.
Antes de abordar el asunto
que nos ocupa hoy; debo de compartir, con usted atento y respetado lector, que
al igual que muchos colombianos que lo siguieron, en el pasado, reconocen en Uribe la
tenacidad, su espíritu de lucha sin cuartel; que lo convierte en un ser ególatra
que no se detiene ante nada que vaya en contra de sus propósitos, ideales e
intereses personales; al punto que hace como propio aquello que para él… “el
fin justifica los medios”.
Si bien es cierto, hoy, la
percepción es bien diferente; debo reconocer que durante la larga campaña, que
en el 2002 lo llevó a la Presidencia de la República, me llamó la atención su carisma y sus
planteamientos alrededor de la seguridad democrática - medidas que luego de
seis (6) años se convirtieron en un formidable monstruo de mil cabezas – que de
la mano de la corrupción institucional y en todas sus expresiones; terminó mutando y cambiando de piel para convertirse en
una enorme maquinaria de muerte, martirio y desolación en el campo, veredas y
centros poblados así como en pequeños pueblos a lo largo y ancho del país.
Es decir fue un conflicto
armado desconocido, en sus consecuencias, en casi todas las ciudades que usted
y yo conocemos y en la que hemos vivido gran parte de nuestras vidas; es decir
de ese horror, por fortuna, no conocemos.
En lo personal esa “devoción”
vió su fin, cuando a finales del 2008 estalla el escándalo de los falsos
positivos; que no eran otra cosa que asesinatos de humildes campesinos o
desempleados, algunos en situación de discapacidad, cuyo único objetivo era
presentarlos como caídos en combate; es decir como trofeos de guerra y que
garantizaban recompensas y ascensos.
Lo cierto es que la cruda
realidad y desde lo judicial no eran otra cosa que ejecuciones extrajudiciales
u homicidios en persona protegida; actuaciones que de manera flagrante violaban
los DD.HH y los protocolos del DIH.
Frente a semejante
holocausto criollo, hasta ahí llegó el encanto; el problema es que hoy, ocho
años después, cientos de jóvenes (en esa época entre 10 y 14 años) y adultos;
tienen, según ellos, fincadas razones para defender el dogma Uribista, apoyando
y promoviendo, sin entender, una nueva fase de la guerra.
Los primeros tal vez por el
desconocimiento de esa historia tenebrosa y para desgracia del país, ignoran
que no son solo las victimas - suman ocho (8) millones - sino los múltiples escándalos durante ese
gobierno (2002-2010) citemos algunos ejemplos: la certificación oficial y
extraoficial de la mega-minería, la reforma constitucional (diciembre de 2004)
y la compra de congresistas para que votaran favorablemente la reelección de
Uribe en el 2006.
Maquinaciones que finalmente
cambiaron la vida política del país favoreciendo la corrupción en todos los
ámbitos de la vida nacional.
Sin perder de vista la
creación de las cooperativas convivir y en el largo plazo y como consecuencia de lo anterior, el auge de
la parapolítica, también hizo noticia los enormes recursos del agro ingreso seguro destinados inicialmente
para los pequeños productores agrícolas que fueron desviados hacia los grandes
empresarios y propietarios de la tierra.
Para consolidar el poder se
da la interceptación ilegal de llamadas a jueces, magistrados, empresarios,
políticos, académicos y en general al ciudadano del común señalado como
sospechoso, la entrega de tierras a falsos desplazados, amenazas y ataque a
sindicalistas y el desplazamiento forzado, para apropiarse de esas tierras por
parte de los actores del conflicto; entre muchos otros episodios de la vida
nacional.
Los segundos, los mayorcitos
de edad, lo apoyan porque le deben muchos favores como por ejemplo: ganaderos,
grandes agricultores, empresarios y comerciantes; muchos sin importarles el
partido de origen y por supuesto los militantes de la extrema derecha que
entienden que el caos (paros para el desabastecimiento y la especulación) y la guerra
son los mejores “negocios” para prosperar.
En este orden de ideas…La
propuesta, del pasado 10 de julio, que Uribe rechazó tiene varias lecturas:
entre otras el hecho, que resulta para él frustrante, el haber pretendido hacer
lo mismo - incluso, tal parece, haciendo mayores concesiones - y haber
fracasado, muchas veces, en el intento.
La esperada e inmediata reacción
de Uribe frente a la propuesta (del presidente) de innegable impacto nacional, es
totalmente contraria a “su paz” con condiciones.
No ha entendido que la paz
es de todos los colombianos y que va a ser refrendada en el plebiscito; con
mayor apremio por la población ubicada en los estratos 0,1,2 y 3 la inmensa
mayoría .
Esa negativa deja ver un
problema personal con Santos; no solo porque según Uribe se apropió de su idea
de reconciliación; sino que lo tilda de traidor porque no se convirtió en su
títere, y en su soterrada intención de seguir gobernando en cuerpo ajeno
durante ocho años más.
Le dolió en el alma, la
posición clara del Presidente Santos de lo que iba ha hacer en su mandato con la
primera señal y en la conformación de su gabinete ministerial en el 2010;
quedando claro que el hoy expresidente y senador Uribe Vélez, le había tomado
mal la medida, no de sus ambiciones sino de su talante, al hoy gobernante de
los colombianos.
Ese no de Uribe, lo
hace ver a los ojos de los colombianos y frente al plebiscito, como en ser
arrogante, rencoroso, guerrerista y obstinado frente a una realidad que se le
vino encima y es el hecho que el país social esta harto de la larga guerra y
solo desea la paz, el progreso y el bienestar.
Una paz que no depende de si
el actual presidente es bueno, regular o malo; según mi criterio y desde lo
económico y social -por aquello de la apuesta a la paz- hasta la fecha ha sido un
buen gobierno.
La patria no puede vivir de
actos heroicos, de utopías o de dogmas inamovibles que tarde que temprano
conducirían a una nueva forma de dictadura con ropaje constitucional y
democrático.
Con su radical posición Uribe
dejó claro que no le interesa un país con un mejor futuro, más seguro y más
prospero.
No obstante lo anterior
muchos guardamos la esperanza, que el expresidente Uribe, por lo menos,
entienda que de nada le ha valido radicalizar su posición dogmática, que si
bien es cierto es un político carismático, un pueblo alejado de sus esperanzas
terminará de nuevo en la rebelión.
Finalmente no pierda de
vista que los enormes problemas en la educación, el caos de salud, el tema
agrario, la minería ilegal, el contrabando, el atraso en la infraestructura
vial, la ausencia de proyectos logísticos, el poco desarrollo de las vías
férreas, las escasas garantías laborales como eliminación de horas extras y
festivos se lo debemos a usted señor expresidente Uribe.
La única conclusión que nos
queda frente a su arrogante independencia crítica es que definitivamente, usted
señor expresidente Uribe, le tiene pánico
a la paz.
Estas y muchas más razones hay
que tenerlas en la cuenta al momento de apoyar el plebiscito; en todos los casos
la negativa de Uribe le abrió el camino a la PAZ a través del Si al plebiscito.
Amanecerá y veremos.
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