No se necesita ser adivino,
antropólogo, sociólogo o analista político para haber previsto; desde el mismo momento
de la posesión del actual Jefe de Estado el Economista Juan Manuel Santos
Calderón cuando le anuncio al País, su propósito de proponerle a las guerrillas
una paz negociada; entonces lo sucedido en los últimos meses y con mayor
énfasis durante los últimos quince días, era la crónica de una revuelta social
anunciada.
Déjeme decirle, a usted
atento y respetado lector, que frente a los hechos censurables y bochornosos
como el vandalismo y el enfrentamiento con armas, así sean caseras, a la fuerza
pública; está claro que ese accionar es en todos los casos promovido y
ejecutado, en encargo, por agentes encubiertos que representan la línea
anárquica de la sociedad. De lo que se esperaban peores acontecimientos, ese
era el propósito, el caos.
Protestas que rápidamente se
alejaron de las supuestas marchas pacificas – nunca serán pacificas – también
está claro que por parte de los campesinos, lecheros, camioneros y jornaleros
en general; es su única prerrogativa en su libre albedrío - no tienen otra
forma de ser escuchados con atención - donde por enésima vez se quejaban por el
abandono Institucional durante más de medio siglo.
Marchas a las que finalmente
decidieron denominar cacerolazos -
utensilio domestico de aluminio o lata, que mal utilizado puede romperle la
cabeza o acabar con la vida de alguien – y que en el imaginario llaman instintivamente
a la violencia; recordemos la tira cómica “Educando a Papa” donde Ramona
amenazaba a Pancho con ese fetiche; siendo la cacerola, un utensilio de cocina
que el ama de casa utiliza, hábilmente, para freírle los huevos al marido.
Saqueo esperado por parte de
vándalos y desadaptados sociales, y que gracias Dios no puso más muertos –
generalmente noveleros, vagos con paga e ingenuos estudiantes que todavía se
dejan llevar por el romántico discurso marxista leninista –.
Al final se evitaron mayores daños materiales a edificios públicos
y comercio debido principalmente por la intervención de la fuerza publica y que
en algunos casos la misma comunidad enardecida no atendió ese llamado de los
agitadores profesionales.
Hay que reconocerlo, el
origen de la protesta es el perfecto abandono, por parte del Estado, del Sector
Agrario por más de 40 años.
El mismo mandatario lo
reconoció, en una de sus alocuciones, que no se dispone de estadísticas que
permitan realizar un diagnostico de la situación real del campo: en materia de
población económicamente activa, subempleo o desempleo en ese sector de la
economía - recordemos que somos un país
agrícola - sin cobertura en vivienda, educación,
salud, servicios públicos, vías secundarias y terciaras, infraestructura que
apoye la producción agrícola y sin posibilidad de competir en los mercados
internacionales.
Ausencia de oportunidades
para “la población entre cero y siempre” – resaltando que este último es uno de
los mejores programas que ha emprendido el actual Gobierno Nacional - situación
que ha sumido al campo en el atraso; donde no existen oportunidades, permitiendo
que la pobreza camine tan rápido, a la par que la mísera la alcanza.
Sirviendo como caldo de
cultivo, para que epidemias sociales como la desnutrición, el analfabetismo, la
prostitución, la delincuencia en todas sus expresiones, el alcohol, las drogas
y la corrupción entre muchos otros, sean los amos y señores del campo.
Lo anterior facilitó, en esa
época, la aparición de los primeros focos de inconformidad rural, hace ya casi
60 años, dando origen, finalizando la década
del 50, a las guerrillas; envalentonadas con el triunfo de la revolución cubana,
de la mano, del hoy octogenario Fidel Castro y el Argentino de clase alta y origen
aristocrático Ernesto Guevara de la Serna, muerto en combate; aunque otras
versiones indican que fue capturado herido de bala en la pierna izquierda y en
precarias condiciones físicas y militares; para posteriormente ser ejecutado
por el ejercito Boliviano a la 1:10 pm de 9 de octubre de 1967.
Frente a esta alarma
temprana; el Estado Colombiano debió, y no lo hizo, de intervenir el campo
llevando más escuelas, puestos de salud, vías, titularización de tierras,
energía, agua potable, deporte, cultura y recreación entre otras.
Hizo todo lo contrario; se
dedico a seguirle el juego a los “revolucionarios” los subestimó, envió tropas para solo hacer presencia en
algunas zonas y esporádicamente bombardeó los posibles focos de subversión – recordar
operación marquetalia - pero siempre subestimando su capacidad de crecimiento,
penetración y arraigo de una naciente guerrilla
en la población rural.
Realidad que se dejar ver
claramente, cuando la población civil ya sea por miedo o de manera cómplice
oculta los guerrilleros y/o no da aviso a las autoridades de su presencia o de
planes terroristas en contra de la fuerza pública que patrulla en esa zona;
recordar la última masacre, en Arauca, con saldo de 13 militares asesinados;
que deja ver la degradación de la guerra.
Hoy a la puerta de firmarse
la paz, era de esperarse, de los que se oponen a ella, hicieran algo; partiendo
de un sector de la guerrilla que negocia en Cuba que teme perder los
privilegios de una vida de millonarios en el exterior; más la que no va a entregar la armas y seguirá
combatiendo y “cocinando” en la selva aprovechando los réditos que ofrece el
negocio de la droga y la guerra.
Sin olvidar los intereses de
las “ultras” - derecha e izquierda – que han hecho y harán enormes esfuerzos
para evitar que la paz negociada se firme en Colombia, porque al igual que los
primeros los aleja de muchos privilegios y les sirve, de seguir la guerra, para
intentar ocultar, nacional e internacionalmente, las consecuencias derivadas del
abuso de poder del que por muchos años disfrutaron con el pretexto de derrotar
a las guerrillas.
Contrario a lo anterior, ese
sector del Secretariado que desea la paz, tiene muy claro que su próxima
batalla podría ser en las urnas y dudan del apoyo civil sin la presión de los
fusiles - de hecho están pidiendo 10 curules directas en el Congreso de la
República.
Lo que deberían estar
haciendo es preparar a sus cuadros políticos – sin delitos de lesa humanidad -
para ir y competir en las urnas - como lo ordena la Democracia - por cuanto, es claro que tienen un largo e importante
trabajo ideológico - la lucha de clases - en lo urbano a través de la academia.
En lo personal no veo al
actual Secretariado en el Congreso; es más tienen claro que dentro de 10 años, van
a estar más viejos y enfermos para negociar,
entonces ¿para que prolongar la guerra?
Aparte que algunos de ellos
hace años se apartaron del conflicto, ya no recuerdan las caminatas - con
hambre y frio - de 12 horas y enfrentamientos de 8 horas con la fuerza pública;
o a lo mejor, algunos, nunca la vivieron.
Seguramente estarán más dispuestos
a lidiar con los zancudos - en la civil - que con la leishmaniasis en la selva,
no querrán más el pánico de los bombardeos que los expone, en medio de la
madrugada, a sufrir un infarto o un derrame cerebral.
También tienen claro que la
nueva generación de mandos guerrilleros, no tienen el suficiente entrenamiento y la disciplina militar para soportar el
recrudecimiento de la guerra y la mayoría están más interesados en hacerse
ricos aprovechando negocio de la droga.
No pierden de vista, que
están en desventaja frente a la fuerza pública: aviación, armada, ejercito y
policía que dispone de moderna tecnología que le permite golpearlos duramente,
a través de quirúrgicas, por su alta precisión, operaciones militares derivados
de años de inteligencia e infiltración, en las filas de la guerrilla llegándole
al combatiente raso - muchas veces reclutado a la fuerza - hasta el comandante
que entrega información al ejercito para salvar su vida y la de su cuadrilla.
Finalmente solo me queda una
sugerencia, para el Economista, no pierda la oportunidad de pasar a la historia
como el Gobernante Agrícola; dedíquele presupuesto y facture Infraestructura,
vivienda, educación, salud, energía, agua potable, vías, deporte y cultura al
campo; recuerde que va a tener 4 años más y así sentar las bases para dar ese
giro de 180 grados que tanto necesita el campo y un país competitivo. Amanecerá
y veremos.