“Decidimos
poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo
concebimos”
Atendiendo a los cánones que
rigen este tipo de compartir, es importante destacar que ningún miembro de AA
es especialista en el tema del Alcoholismo, los que se atreven a aceptar la
misión lo hacen con la humilde condición de comunicar una experiencia que tarde
que temprano los llevará a encontrar la solución a su problema personal con el
alcohol.
Lo primero que destruye en
el enfermo alcohólico es su parte espiritual, esa catastrófica enfermedad
denominada Alcoholismo, arruinando principalmente la voluntad, hasta convertirlo en un ser
ciego, sordo y mudo.
Sin esa fuerza interior que
lo guíe, el borrachín, vive y actúa inconscientemente
a merced de la botella de licor y de sus
amigos más cercanos, generalmente todos alcohólicos al igual o peor que él.
Acude a ella (la botella) en
momentos de alegría, de angustia o de soledad; es la soledad de un poder que cree
tener pero que no le es propio porque su instinto lo guía solo a buscar
pretextos para beber.
Solo piensa en el licor y lo
utiliza como un bálsamo para refugiarse (así sea temporalmente) para así evitar
enfrentar o intentar solucionar sus problemas ya sea de índole material como
responsabilidades frente a su familia como esposo, padre, o hijo.
Frente a su trabajo, como
faltar (miles de escusas se inventa) o delegando excesivamente sus
responsabilidades en otros; para
finalmente frustrar a una sociedad que lo tenía como referente y esperaba un comportamiento
digno de imitar.
Al tiempo que destruye su
autoestima, arruina su salud no es raro encontrar en dichos pacientes problemas
de hipertensión, diabetes, problemas en vías digestivas, hígado, riñón,
páncreas, retina y disfunciones sexuales entre otras.
Hoy, comenzando semana, me
ocuparé en parte del plano espiritual y específicamente relacionado con la “voluntad”,
la que ya no acompaña al borrachín común y corriente.
Con la anterior aseveración
no me refiero al ciudadano del común; porque no olvidemos que esta enfermedad
afecta a todos por igual sin distingo de edad, raza, sexo, religión, escolaridad,
ocupación y condición socioeconómica.
Igual no perdamos de vista
que el borrachín no es aquel sujeto que todos deprecian y que camina a diario
con la “botella de chirrinche” en la mano.
La cruda realidad es otra, el alcohólico está en todas partes y
en cabeza de quienes menos imaginamos que puedan estar sufriendo.
Para comenzar, le planteo a
usted respetado y atento lector; cuantas
veces ha escuchado o usted mismo de ha creído la siguiente frase: “Yo cuando
quiera dejo de tomar trago”… “Para dejar el vicio no se necesita sino fuerza de
voluntad”.
Recuerde amigo alcohólico, cuantas
veces intentó y de hecho dejó de tomar
uno, dos, tres meses o hasta años, para después volver a empezar a tomar
pausadamente cada ocho o quince días, para lentamente volver a la bebida de
manera incontrolada y sin ningún motivo aparente, buscando inicialmente tomarse unos traguitos sin pensar que terminaría
emborrachándose nuevamente.
A veces uno no se explica el
porqué no evitamos seguir tomando a pesar de los múltiples fracasos económicos
y de salud principalmente.
Todo lo contrario acorralado
por las circunstancias, recurre a la soledad y al aislamiento alcohólico
negándose a reconocer que todos sus familiares, amigos y vecinos y aún nos no
tan amigos saben que sigue dedicado a honrar al dios licor.
Usted no se ha dedicado a
reflexionar el porqué, y sin un motivo
aparente, ocasionalmente se despierta un día cualquiera y decide tomarse unos
traguitos con sus mejores amigos o solo.
Tal vez no entienda que ya
cumplió con el lleno de todos los
requisitos para que sin pena alguien le diga…. viejo usted es un alcohólico.
La alarma debería prenderse
cuando a usted ya no le dé pena reconocerlo o pretenda ignorar, a manera de mecanismo de
autodefensa, que todo el mundo ya conoce su rutina de borrachín.
Este Tercer Paso de A.A.
(Alcohólicos Anónimos) no se opone a que te aferres a la “fuerza de voluntad”
para intentar controlar el vicio; a sabiendas que en el pasado lo has intentado
y habías fracasado.
Todo lo contrario te anima a
que insistas en dejar de tomar; igual te acompaña a través de los grupos de
alcohólicos anónimos a lo largo y ancho del país, pero en especial a los 7
grupos que funcionan en la Ciudad de Cartago en el Norte del Valle, para que
eches de mano de la “buena voluntad”; y que no es otra cosa que el desear
sinceramente abandonar el licor con
ayuda de un poder superior.
Los testimonios recibidos y
las experiencias compartidas nos llevan a la conclusión, que NO existe ningún
ser humano que este libre de ser atacado por el azote del Alcohol, puede que la
soberbia y el orgullo de muchos los lleve a concluir que ha ellos no les llega
este mensaje; Dios quiera que tarde que temprano busquen ayuda, porque siempre
habrá una mano tendida que estará dispuesta a ayudarlo.
No cabe la menor duda que la
mayoría de los que han aceptado que sus vidas se habían vuelto ingobernables y
que como segundo paso, tuvimos Fe en un Poder Superior al cual denominamos
Dios; y que muchos de nosotros encontramos nuestro eje de fortaleza y Fe en la
medalla milagrosa acompañada de una oración, pudiendo haber sido en un libro
sagrado, una imagen, un amuleto, una montaña…etcétera, la solución empezó a
presentarse.
Atrás queda su condición
social, su nivel cultural, su ideología… en fin todos sus triunfos y fracasos pertenecen
al pasado, y solo le servirán para que en un siguiente paso realice, sin miedo,
un inventario moral que le permitirá si lo hace sinceramente, poco a poco obtener
una mente más abierta para así lograr ese despertar espiritual tan necesario
para la recuperación.
El programa nos invita a cultivar
la “buena voluntad”; ya que la “fuerza de voluntad” de nada nos sirvió en el
pasado para enfrentar esa terrible obsesión por la bebida, la cual buscábamos
sin ninguna razón aparente que estuviera guiada por el sano juicio; por el
contrario era tal la naturaleza del problema que inicialmente bebíamos para
“celebrar” cualquier cosa y sentirnos bien, pero terminamos bebiendo, en una
terrible soledad, para no seguir sintiéndonos mal.
La experiencia confirma que absolutamente
todos los enfermos y aún desconociendo
su condición y situación, intentaron solos enfrentar el problema del vicio, algunos
lograron dejarlo por un mes o por un año, para luego recaer desencadenando una
nueva y mayor obsesión por el trago (con el agravante que hoy día va acompañado
del tabaco y otros complementos); dando como resultado que prácticamente en
poco tiempo se ponían al día en la cantidad de alcohol que habían dejado de
consumir en los últimos meses o años.
Lo anterior significa que la
sola fuerza de voluntad de nada sirve para guiar la torcida mente del alcohólico,
que no necesariamente es aquel ser humano que anda de a pie cubierto con
harapos y en lúgubres lugares; por el contrario, dicha enfermedad ataca de
manera indiscriminada y mide a todos con el mismo rasero.
Si el enfermo decide aceptar
y acudir a ese refugio, allí encontrará el camino para emprender la búsqueda de
ese desarrollo espiritual que tanto necesita, que no es otra cosa que empezar por
alejarse de tantos apegos materiales y emocionales que son los motores que
impulsan la desenfrenada y tortuosa forma de vida que muchos inician y que en
algunas ocasiones no tiene retorno alguno pues solo hay tres salidas: la
prisión física y/o la sicológica, el cementerio o un sanatorio u hospital.
Para terminar, déjenme
compartirles la oración de la serenidad, y es con la que se da inicio y terminación a
cada una de las reuniones diarias que se realizan en la comunidad de Alcohólicos
Anónimos.
“Dios, concédeme la
serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar
las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia. Hágase tu
voluntad y no la mía”. Amanecerá y veremos.